El histórico narco de O Grove reside en Ponteareas, escenario la semana pasada de su última detención 34 años después de su primer arresto por un alijo de cocaína atribuido a Miñanco
13 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.A Francisco Javier Otero Magdalena, de 54 años de edad y natural de O Grove, se le atribuye una participación en el submundo del narcotráfico en Galicia y España tan longeva como el propio negocio lleva asentado en el país. Lo vio nacer y no ha dejado de participar desde sus años mozos. Su bautismo en la hemeroteca lo sitúa con 26 años, en 1990, pilotando la planeadora que introdujo en las Rías Baixas uno de los primeros grandes alijos de cocaína decomisados en Galicia. El perico era para Sito Miñanco y la investigación, entonces, situó a Magdalena en la plantilla de lancheros de confianza del primer gran narco de la cocaína en España.
Faltaban dos meses para la operación Nécora, y Otero Magdalena fue detenido por pilotar la narcolancha Nuria para descargar en tierra dicho porte. La semana pasada, Otero Magdalena, 34 años después, fue arrestado por última vez. La investigación lo ubicó en su residencia de Ponteareas, que registró en busca de pruebas en el marco de la operación Ceira. Lo sitúa en la capital de O Condado reorganizándose para seguir en la primera línea del negocio, alejado de su O Salnés natal, a un paso de Portugal, territorio clave para el negocio, y a los pies de la autovía que comunica con Vigo y el centro de Galicia y permite abandonar la comunidad para llegar a Castilla y León.
Los cargos contra él evidencian una posición diferente a la atribuida con 26 años a lomos de la semirrígida Nuria. Ahora sería cabeza pensante de una organización capacitada para construir narcolanchas, formar tripulaciones, tener pilotos de confianza a sus órdenes y contactos con proveedores de droga para salir a aguas abiertas y recoger alijos a demanda. Pero ese ascenso en el negocio no implica que Otero Magdalena lleve 34 años amasando dinero y, sobre todo, disfrutándolo. Este vecino de O Grove, integrante de un conocida familia de San Vicente do Mar apodada Los Rubios, no ha dejado de entrar y salir de prisión, comparecer en juicios, cumplir condenas y pagar las multas que implican sus penas. Su reincidencia, al menos en lo que a detenciones se refiere, ha sido prolífica y persistente desde aquella primera detención con 26 años de edad.
Su bagaje judicial evidencia que decidió buscarse la vida fuera de su ría natal para ejercer el narcotráfico. Siempre como piloto de planeadoras. En enero del 2021 sobrevivió a una colisión mortal en el estrecho de Gibraltar, ya próximo a Sotogrande, con una patrullera del Servicio de Vigilancia Aduanera. Dentro del bote, de cuatro motores y sin droga, solo había grandes garrafas llenas de combustible. Otero y el otro gallego que lo acompañaba, copiloto y mecánico, también de O Salnés pero sin antecedentes, salieron bien parados. Unos moratones y el gran susto de sus vidas. Otero sabe bien lo que es sentarse delante de un juez, ya sea recién detenido o en un juicio. Pero si hay algo curioso en su ficha policial es la fuga que protagonizó en el 2009, también en el Estrecho. Él y otro vecino de su comarca natal, José Antonio Falcón, fueron sorprendidos el 7 de diciembre de ese año por una patrullera de la Guardia Civil a lomos de una planeadora.
La persecución en caliente acabó con la semirrígida invadiendo aguas territoriales de Gibraltar, lo que derivó en la detención de ambos gallegos y ocasionó un incidente diplomático con España. Pilotaban una lancha rápida semirrígida, sin nombre, equipada con un potente motor Yamaha de 2.500 centímetros cúbicos. Salieron de punta Europa, el lugar más meridional de Gibraltar, rumbo a playa de Campamento, situada en la localidad de San Roque, en la comarca del Campo de Gibraltar.
Al ser avistados por una patrullera de la Guardia Civil, que les dio el alto para tratar de identificarlos, sin llegar a tierra, regresaron a las aguas gibraltareñas, donde fueron detenidos por la policía de la colonia antes de que llegasen los agentes españoles que los venían persiguiendo. Aunque no llevaban nada a bordo de la embarcación, pudieron haber arrojado algo al agua durante la persecución. Los dos gallegos zanjaron su particular conflicto con sendas multas de 5.000 euros. Lo siguiente, ya en el 2015, fue una condena de 3 años y 9 meses, en la Audiencia Provincial de Pontevedra, por 4.500 kilos de hachís. Pero Otero Magdalena no estaba conforme con el fallo. De ahí que al ordenarse la ejecución de la sentencia se diera a la fuga. No fue hasta mayo del 2018 cuando dieron con su paradero escondido en la casa de su exmujer, en su propio pueblo, O Grove.
Enésimo arresto
En el 2022 llegó su penúltima detención. Será recordada por el hallazgo de un zulo con agua bajo una nave en Vilanova de Arousa que la investigación sostiene que servía para esconder narcolanchas. Dicha causa está sin juzgar, y Otero Magdalena se enfrenta a cargos que implican más años entre rejas. A mayores, las consecuencias que implique la detención de la semana pasada en años de cárcel. El futuro procesal de este lanchero venido a más se ha ido complicando cuanto más ha crecido su posición en el submundo al que decidió dedicarse.
A mayores, la residencia en Ponteareas de Magdalena puede entenderse como algo circunstancial, incluso inocente. Quienes llevan años tras los pasos de Magdalena son menos optimistas. Consideran que instalarse en el sur de la provincia responde a una vocación de estar menos vigilado. O Salnés es una comarca con una mayor presencia policial uniformada o de paisano por su idiosincrasia delincuencial, que Ponteareas u O Porriño; aunque estas dos villas y sus parroquias se han convertido desde el 2018 en territorios muy vinculados a tramas oriundas de O Salnés especializadas en la fabricación de narcolanchas tanto en las Rías Baixas como Portugal: empresas que almacenan piezas, contratan transportes de cascos u otras piezas necesarias para ensamblar estos bólidos de la navegación.
La mayor relevancia de Ponteareas y O Porriño en esta lucrativas tramas aflora en las investigaciones mediante arrestos realizados en ambas zonas, naves industriales registradas o empresas en el punto de mira por colaborar con las tramas camuflando trabajos ilegales en su actividad legal para hacer de pantalla. Pero algo así, con tanto dinero en juego, resulta imposible de frenar. Lo reconocen los investigadores, que llevan décadas arrestando a narcos reincidentes como Magdalena, y a jóvenes que prefieren arriesgarse a pasar años en prisión a cambio de la cantidad que consideren justa y sin analizar que en este negocio, solo una minoría, logra llegar a viejo sin saborear la soledad de una celda durante los mejores años de la vida.