El encierro de Mon tuvo premio y ya tiene su nuevo móvil 51 días después
VILAGARCÍA DE AROUSA
El vilagarciano recibió ayer su teléfono tras el revuelo montado con su acción
10 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Esto es una demostración de que, a veces, hace falta patalear para que te hagan caso», contaba ayer Mon Reirís con su nuevo teléfono en la mano. Un teléfono que llegó nada menos que 51 días después de que hubiera tenido que poder estrenarlo y tras el encierro protagonizado por este vilagarciano en la tienda de Movistar de Vilagarcía. Un encierro que llegó producto de la desesperación por una situación que, reconoce, llegó a desbordarle porque no le encontraba salida.
Y Mon relata una vez más —muchas veces lo hizo ayer después de que su historia fuera publicada en las páginas de La Voz— los hechos: «Compré un teléfono el 22 de noviembre. El lunes 25, a las nueve de la mañana, vine a cambiarlo porque lo había tenido cargando, pero en el momento en el que lo desenchufaba se le agotaba la batería. Vine, lo entregué y me dijeron que en unos días me lo solucionaban. Hasta el 12 de diciembre no me entregaron el teléfono nuevo, pero le pasaba lo mismo, no cargaba». Y, como Sísifo y su piedra, tocaba volver a empezar. Hasta que explotó. Una explosión tranquila, pero teimuda, que le llevó a plantarse en el establecimiento a las cinco de la tarde del miércoles con la intención de no abandonarlo hasta que tuviese en su poder su nuevo móvil.
Allí estuvo, ya con la tienda cerrada al público y con sus dependientas preguntándose cómo iban a solventar la situación, hasta que la llegada de la Policía Local de Vilagarcía, y la conversación que mantuvo con los agentes le aconsejó deponer su actitud. O, al menos, trasladarla al día de ayer.
Porque Mon regresó ayer por la mañana al establecimiento. A esas alturas su caso ya había saltado a todos lados y la repercusión ya no solo en Galicia sino en el resto del estado, era más que notable... pero el móvil de Mon seguía sin aparecer. Tal y como le habían dicho en la tienda, el terminal estaba en Sanxenxo, pero no llegó por la mañana. Así que Mon regresó por la tarde y esta vez, sí, tuvo suerte y le entregaron su móvil. Un teléfono que, como había apuntado el día anterior, estaba pagando desde hacía más de un mes sin poder disfrutarlo.
Un aparato nuevo a mis años
Ya con él en la mano, Mon bromeaba sobre la acontecido y todo el revuelo que se había montado. «¿Quién me lo iba a decir? Un aparato nuevo a mis años», contaba entre risas. Una forma de descargar la tensión acumulada durante tanto tiempo ante una situación que, razona, quedaba fuera de su radio de acción y también, afirma, de las dependientas del establecimiento. «Yo con ellas no tuve ningún problema. El problema llega por los procedimientos. A la máquina le da igual. Abre una incidencia y listo. Por desgracia es así», comentaba Mon.
Agarraba ya su nuevo teléfono Mon, pero todavía no las tenía todas consigo, dados los precedentes. Y no las tendrá hasta que compruebe que, efectivamente, funciona de manera correcta y que, por fin, a la tercera y más de 50 días después, sí irá la vencida. Encierro mediante.