Debate

Maxi Olariaga LA MARAÑA

BARBANZA

16 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En la página dos de este diario el martes 8 de diciembre del presente año, el periodista Tino Novoa comenzó su artículo con una frase histórica: «No puede ser jefe de Gobierno una persona que no acepta un debate público con un político democrático». ¿Quién la pronunció y cuándo? Ni más ni menos que el ínclito Manuel Fraga, don Manuel para los corifeos y demás aduladores del Partido Popular.

La política, el arte de la política como dicen los puristas clásicos, va y viene, niega y afirma a conveniencia, del mismo modo que el paisano habla de cómo va la feria según engorde o adelgace su bolsillo. Así que esta admonición de Manuel Fraga, que hace 33 años sirvió para zurrar a Felipe González que esquivó un debate al que envió a Alfonso Guerra, no vale hoy para recordarle a Mariano Rajoy y a los suyos que esas cosas no se hacen y que, ya sea por indolencia o ya sea por cobardía, ha quedado, como dicen los chelis, a la altura del betún.

En su caso es más grave todavía porque los populares hablan de Manuel Fraga como del autor de su evangelio, de sus diez mandamientos y del paradigma de político íntegro, inasequible al desaliento y más incorruptible que el mismísimo brazo de Santa Teresa que acompañó al Caudillo en su agonía. Esta es la fe que tienen los políticos en sus idearios que, al parecer, no son más que decorados que un hábil tramoyista maneja con arte magistral.

En cuanto al debate en sí, equiparar como hizo la vicepresidenta, la chapuza de Monedero con la Gürtel, Valencia, Púnica, Madrid, sede de Génova, Bárcenas, Fabra, Rato y Bigotes varios, fue patético. ¡Y con don Manuel de banderín de enganche! ¡Meu Deus!