En el mundillo de los músicos suelen producirse, entre sus representantes más ortodoxos, discusiones con cierto componente de humor. ¿Quién no ha visto a dos metaleros a punto de llegar a las manos por quién ostenta su particular trono de hierro, si Metallica o Megadeath? Algunas son disputas que cruzan generaciones, como quiénes fueron los verdaderos iconos de los sesenta, si los Rolling Stones o los Beatles. Pero sin duda alguna, mi favorita es la dicotomía para adjudicar el título de himno del rock a los clásicos de Led Zepelin y AC DC: Stairway to heaven o Highway to hell.
Este debate en el fondo y en la forma resulta una contradicción, puesto que en la mayoría de los casos cada parte conoce al dedillo la discografía de los dos grupos y los aman como Eric Clapton y George Harrison amaban a Pattie Boyd, más conocida por Layla. Algo similar ha pasado entre el PP de Galicia y el nacional. El pasado mes de marzo, los primeros apoyaban una iniciativa presentada por los nacionalistas en O Hórreo, para que la competencia sobre la autopista AP-9 se traspasase desde el Ministerio de Fomento a la comunidad autónoma gallega. Una cuestión lógica para los populares gallegos, que ya había sido demandada por este grupo durante el gobierno de Zapatero. No obstante, en Madrid siempre se ha topado con el rechazo de los diputados del PP y el PSOE.
Los barbanzanos conocemos muy bien este vial y las subidas religiosas de la cuantía de su peaje en los amaneceres del 1 de enero. Cada viaje veloz a la capital de Galicia viene acompañado de un quejido en la cartera. Y gracias a alguna deidad corporativa, de cuando en cuando la asfaltan, eso sí, nunca con la regularidad de la subida del importe del tique. Que ahora exista consenso en el Parlamento gallego es una oportunidad que ha de ser aprovechada. Si no, la pelea entre los que desean escaleras al cielo y autopistas al infierno seguirá persistiendo. Al menos hasta el 2048, cuando acaba la concesión.