Cuando los bancos nos deben la friolera de 65.725 millones de euros (5.600 euros para una familia de cuatro miembros), resulta que, en plena pandemia, con el hambre a la vuelta de la esquina, 75.000 pensionistas de toda España ven recortada su pensión, obligados a ceder a la banca, por sorpresa, el 40% de su esperada paga extraordinaria de Navidad.
A quién se le diga que un gobierno de lo más progresista (como se presume que puede ser el formado por PSOE y Podemos), pretende contentar a la banca rescatando una ley del PP de José María Aznar, posiblemente no lo crea. Pero así es. Este gobierno progresista ha decidido aplicar a rajatabla dicha ley, para descontar a los jubilados un elevado porcentaje de sus pagas extraordinarias, que, según la media de lo que percibe un pensionista gallego, asciende a más de 400 euros. Resulta incomprensible que este ejecutivo se haya erigido en recaudador de la banca, alegando el «criterio interpretativo vinculante de la Dirección General de Tributos». Nadie se había atrevido a tanto.
De esta manera, un jubilado que no pudo devolver un préstamo a la entidad bancaria de turno o que se prestó como avalista de sus hijos o nietos, ve como el Ministerio de Hacienda, actuando como recaudador de la banca, le roba la ilusión de la paga extra que venía percibiendo con total normalidad y para la que ya había buscado hueco que tapar. Claro que para estos casos de deudas, la ecuánime Dirección General de Tributos no aplica el mismo «criterio interpretativo» de los países desarrollados, en los que, por poner un ejemplo, la responsabilidad de la deuda se exime con la dación en pago.
Díganme ustedes que confianza y credibilidad pueden tener los administrados en mandatarios que se definen como progresistas, cuando estos avalan la interpretación de arañarle más de 400 euros de su paga de Navidad a un pobre pensionista, mientras permiten salir de rositas (con multimillonarios planes de pensiones y otras prebendas) a los directivos responsables del rescate bancario, que tanto dinero nos ha costado a cada uno de los españolitos de a pie y que parece condonada de facto.
Ojalá que esta queja, que me transmiten dos pensionistas amigos, pudiera llegar a otras instancias; más allá del limitado impacto que pueda tener una humilde colaboración en páginas comarcales.