Se perdió en Nicaragua...

Antonio Lijó González BUZÓN DEL LECTOR

BARBANZA

Jeffrey Arguedas | EFE

07 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Enero de 1973, en el Bar Lijó de Ribeira, ya desaparecido, una pizarra anunciaba que allí se recogían donativos para los damnificados por el terremoto de Managua, con más de 20.000 muertos. Era la primera vez que leía el nombre de ese pequeño país; pero las desgracias nunca vienen solas. El dictador Anastasio Somoza, gobernaba con mano de hierro como sus antecesores lo habían hecho siempre en uno de los países más bellos de Centroamérica.

En 1979 el terremoto sandinista logra que el régimen de los Somoza abandone para siempre el país. Más tarde aparece la contra, financiada por la CIA y los Estados Unidos. Vamos, que el baño de sangre en este paraíso centroamericano no pararía ni un segundo.

Edén Pastora le cede el puesto a Daniel Ortega, que más tarde gana las elecciones del país del año 84, después de innumerables vicisitudes, guerrillas y corrupción. Ortega pierde las elecciones en el año 90, y es el propio Felipe González —entonces presidente del Gobierno— el que llama al presidente Ortega para que reconozca la derrota y abandone el poder en manos de Violeta Barros de Chamorro.

En realidad, la pequeña Nicaragua siempre fue la finca de dos importantes familias, que se repartieron el poder durante décadas.

Nada nuevo bajo el sol, todos son enemigos: los Somoza, los Ortega, la CIA, los Estados Unidos y la familia de Violeta Chamorro. Pero a nadie le importa Nicaragua, con poco más de seis millones de habitantes.

Y en esto, nos enteramos el pasado domingo, de que el guerrillero Daniel Ortega gana unas elecciones en las que la oposición está en las cárceles y a las que tan solo se presenta él.

Ni siquiera la ONU y la Unión Europea mandan observadores a unas elecciones fake. Como diría Carlos Fuentes: Dios no le quiere a Nicaragua.