Supongo que entre las razones para diseñar y poner en marcha una variante del Camino de Santiago desde la comarca del Barbanza pesarían mucho las de tipo económico. El valor añadido que puede suponer para nosotros adherirnos a lo que sin duda constituye el mayor referente de Galicia en el mundo. Un fenómeno que ha cobrado tal importancia, excediendo de lejos la primigenia dimensión espiritual, que ha supuesto el despegue económico de todos los pueblos por los que transcurre; primero con el llamado Camino Francés y hoy con el Camino Portugués, el Camino Inglés o la prolongación a Fisterra.
Con todos esos antecedentes de éxito me parece un mayor error haber diseñado una ruta excesivamente larga —¡con 6 etapas!— y que serpentea hasta lo cansino por la comarca. No se tuvo en cuenta que salvo para los nativos, este camino será un complemento de los otros; que será muy raro que alguien de Cuenca o de Francia venga a hacer este tramo solo. Siendo así, tendría más opciones entre los foráneos una ruta más directa, con tres etapas; porque es fundamental el factor tiempo disponible y, no menos importante, la desagradable sensación que produce en los caminantes estar dando vueltas.
Baste pensar que desde O Cebreiro a Santiago de Compostela hay siete etapas. O que desde Santiago a Fisterra son tres o cuatro, según se incluya Muxía o no. El exceso de localismo, de querer mostrarlo todo, mermará su potencial significativamente. Otra cuestión bien distinta sería balizar como rutas comarcales esas seis etapas, pero venderlo como variante del camino me parece una tarea con poco recorrido. Abocada a un flujo bajo de usuarios locales.