Gracias a este caso han salido a la luz miles de personas que aplauden proclamas sin saber ni por dónde les da el aire
30 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.España es un país que se caracteriza por ir a la vanguardia en muchos aspectos. Ser pioneros en trasplantes innovadores, haberse convertido en una de las grandes potencias en cuanto a recepción de turistas y el poder del sector agroalimentario son algunos de los factores por los que habría que sentirse más que orgullosos.
El deporte también es uno de ellos y, evidentemente, el fútbol es de los que más pasiones despierta debido a su fuerte arraigo social. Por eso mismo, también es capaz de sacar a la luz las peores miserias del ser humano. Esta semana se ha vivido uno de los espectáculos más lamentables de la historia reciente de este país y no solo por el vomitivo «piquito».
Condenable hasta más no poder, al igual que las declaraciones posteriores, el asunto ha llegado a unos límites en los que «vergüenza ajena» se queda corta para describir el poco nivel de parte de los españoles. Una amalgama innecesaria de críticas, discusiones y enfados en redes sociales o en las barras de cada bar parecen no ser suficientes para darse cuenta de que el problema no está en Sídney.
Con el foco desviado hacia un tema que ha ido cogiendo peso a medida que desde los altos estamentos han intentado que así lo fuera, es fácil dejar pasar asuntos que, como mínimo, son más relevantes.
El Rubi a la calle, España orgullosa de su selección y se acabó. Así de sencillo. Algunos, y con razón, critican las ovaciones al discurso a lo El Lobo de Wall Street de Las Rozas. Palmeros hubo, pero gracias a este caso han salido a la luz miles de personas que aplauden proclamas sin saber ni por dónde les da el aire.