Manuela Lojo, de 94 años: «Se non veño nadar todos os días quedo tolleita»

Ana Lorenzo Fernández
Ana Lorenzo RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Carmela Queijeiro

Aprendió a moverse en el agua rondando los 80, y desde entonces esta afición se convirtió en su auténtico elixir de juventud

27 oct 2023 . Actualizado a las 15:19 h.

Hay personas que nunca han sentido el peso de los años, e incluso que, cuantas más velas soplan, más energía tienen, «porque a que se vén a esta vida? A vivila. Non podemos facela amarga». Esa es la filosofía de la protagonista de esta historia, una vecina de A Pobra que se ha convertido en un ejemplo para todos. Y es que cualquiera que vaya a la piscina de este municipio conoce a la señora Manuela, «porque es la jefa», confiesan todos los monitores y usuarios. Y razón no les falta, porque a sus 94 años es una auténtica sirena que recorre el vaso de lado a lado durante dos horas. «Se non veño nadar todos os días quedo tolleita», afirma con su eterna sonrisa, para luego explicar que incluso a veces le regaña cariñosamente a sus amigas cuando paran a hacer un descanso y se ponen a hablar: «Aquí vimos a traballar».

Parece que esta afición se ha convertido en su auténtico elixir de juventud desde que hace 15 años entró por la puerta de la piscina. Fue una de las primeras abonadas cuando abrieron las instalaciones —tiene el número 38—, «e non sabía nadar. Antes tiña moito medo a estar no medio porque non tocaba o fondo, así que aprendín nunha das calles do lado. Éramos sete mulleres e só quedo eu, porque elas dicían que mollaban o pelo e deixaron de vir», recuerda Manuela Lojo Fungueiriño.

Cada día práctica durante dos horas varios estilos, desde mariposa a espalda
Cada día práctica durante dos horas varios estilos, desde mariposa a espalda CARMELA QUEIJEIRO

Con 79 años comenzó a moverse como pez en el agua y ya nadie la pudo parar. Hubo temporadas que llegó a hacer veinte largos nadando a mariposa o espalda, pero unas operaciones de cadera y rodilla hicieron que bajase un poco el ritmo, aunque ella continúa braceando duro todas las tardes. «A min isto dáme a vida, estou desexando vir todos os días desde que me levanto», insiste la veterana nadadora, que nació en el núcleo boirense de A Boliña, pero que cuando se casó fijó su residencia en A Pobra.

Cuando tenía 29 años, una vecina le ofreció ponerse a trabajar en una conservera, «e primeiro estiven na de Bandín e logo na de Pereira ata que cumprín os 60». Sería poco después de jubilarse cuando recibió un gran varapalo con la pérdida de su esposo, pero ella logró recomponerse y siguió para adelante.

 Secreto

Aunque utiliza una muleta para ayudarse a caminar desde que se operó de la rodilla, Manuela es totalmente independiente, «e todos os días me levanto da cama como un cepelín. Eu atópome moi ben», señala, para luego confesar que no hay ninguna fórmula para explicar esta vitalidad más que querer vivir y disfrutar de la vida. «Que si teño algún segredo? Ningún, veño a nadar e traballo a hortiña: planto patacas e cebolas, vendimo as vides; logo fago a comida, limpo, tomo un vasiño de viño da casa á comida, pero só un, e tamén vou coa filla a visitar a miña neta a Madrid... Non paro quieta», enumera la pobrense.

Manuela Lojo se mueve como pez en el agua en la piscina de A Pobra, donde aprendió a nadar hace 15 años
Manuela Lojo se mueve como pez en el agua en la piscina de A Pobra, donde aprendió a nadar hace 15 años CARMELA QUEIJEIRO

De hecho, su hija muchas veces le tiene que llamar la atención para que baje el pistón, «porque es verdad que no hay nada que la frene. Además, le gusta hablar de todo y es un ejemplo para todos», reconoce Ángeles Fernández, que ahora le está enseñando a jugar a las cartas, «porque a la brisca ya sabe, pero a la escoba está empezando».

Y es que aunque Manuela tiene 94 años, no hay ninguna barrera que le impida seguir aprendiendo. «Es muy voluntariosa para todo lo que se propone, y puedes hablar con ella de cualquier tema, nunca te aburres», explica Chiruca Pérez, que junto con Corona Picos son sus dos compañeras de piscina todas las tardes.

Del único asunto que no le gusta hablar nunca es de la muerte, «porque eu non me quero marchar, encántame a vida e estou moi ben aquí». Sin embargo, si algún día llega nadando al otro lado, ya tiene muy avisados a todos los que la conocen. «Siempre nos dice: ‘Cando morra, que ninguén chore por min, que eu vivín unha gran vida e fixen todo o que quixen. Así que ninguén ten que ter pena, non quero que me choredes'».