V. G. Formoso

Alicia Fernández LA CRIBA

BARBANZA

Valentín González Formoso, secretario xeral del PSdeG, votando en As Pontes en las pasadas elecciones.
Valentín González Formoso, secretario xeral del PSdeG, votando en As Pontes en las pasadas elecciones.

01 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Valentín González Formoso es de esas pocas personas que insuflan o estiran tu ya maltrecha fe en la actividad política (en los actores que la escenifican, ¡ni te cuento!). Una rara avis que es capaz de devolvernos al primigenio significado de la política y a la ilusión que debería generar su objetivo último, mejorar la vida de los ciudadanos.

El alcalde de As Pontes y presidente de la Deputación de A Coruña, que con anterioridad y generosidad ya había dado un paso al lado en la elección del candidato socialista a la presidencia de la Xunta de Galicia, después de obtener un mal resultado en esa cita electoral, se aparta ahora de la secretaría general de su partido; dejando tiempo y campo para que Gómez Besteiro pueda asentar un proyecto propio con un equipo a su medida.

Valentín es una persona de gran valía y trato fácil. Es un cargo público ecuánime, accesible y con sentido común. Es un político honesto y generoso, al que solo puedo poner un pero: haber aceptado dirigir una ejecutiva gallega llena de remiendos y con integrantes de probada inutilidad. Con demostrados demagogos amancebados a fuego lento, nómina tras nómina, en el partido.

Fue una pena perderle como posible candidato y ahora como secretario general. Porque la vida política gallega —y española— está muy necesitada de personas de tamaño fuste, de los que aportan fresco realismo a esa actividad y generan confianza, de los que no vienen a beneficiarse de ella.

No lo digo desde la militancia o la obnubilación partidista, sino desde la convicción de que lo público importa. Y como mediatizará nuestras vidas, mejor un maquinista con galones… ¡ya me entienden!