Ya es más que suficiente con el mal trago de tener que estar en un hospital para luego atragantarse con este café con sabor a estafa
14 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando uno acude a un hospital, la gran mayoría de las veces no va por gusto, salvo que haya nacido un nuevo churumbel en el entorno más cercano y eso siempre es motivo de alegría. En el resto de los casos, peregrinar a un centro hospitalario lleva aparejado que uno mismo o alguien querido lo está pasando bastante mal.
Después de contar las horas encerrado en una habitación atendiendo a un enfermo, mirando por la ventana el hermoso paisaje del aparcamiento o de haber intentado mal dormir en un sofá, cuando uno va a la cafetería a meterse algo en el cuerpo, lo que se encuentra es con un atraco a mano armada. El precio de un café podría ser el de una cafetería situada en plena Gran Vía de Madrid o en la terminal de cualquier aeropuerto, como si Juan Valdés lo hubiese traído personalmente desde Colombia. Y ya no digamos si uno se quiere permitir el lujo de comer un bocadillo-flauta de jamón ibérico, que junto con un agua te venden al módico precio de casi 7 euros. En dos bocados se despacha el pequeño aperitivo, que prácticamente es todo pan, porque el embutido apenas son un par lonchas casi traslúcidas. En resumen, el hueco en el estómago sigue intacto, y el vacío en la cartera ha crecido de manera proporcional a la mala leche que se le queda a uno.
Y luego por encima hay que leer un cartel en el que te recuerdan que te sirven «con mucho amor», pero también con un puñal para clavarte por la espalda. Ya es más que suficiente con el mal trago de tener que estar en un hospital para luego atragantarse con este café con sabor a estafa.