Los atletas acudían a Olimpia con el espíritu dispuesto a llevar sus cuerpos al límite
05 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Los Juegos Olímpicos son una forma de cambiar a alguien, de provocar emociones en los demás, de hacerles sentir bien, porque nos hace vivir una emoción fuerte en poco tiempo. Los atletas acudían a Olimpia con el espíritu dispuesto a llevar sus cuerpos al límite. Más alto, más fuerte, más rápido, en busca de la gloria, único rastro que deja una medalla.
Ese afán de sobrepasar las fronteras y ser cantados en todo el planeta es el latido que mueve a los atletas a vivir recogidos y aislados durante cuatro años con la esperanza de refulgir como un dios en la victoria. Es el único don capaz de arrancar un grito ciego de las entrañas que equipara a los humanos con las deidades.
Ana Peleteiro y Caetano Horta entrenan en el mar y en el corredor del triple salto. Horta se irrita contra las olas, golpeándolas sin descanso con la energía de las paladas de sus remos, sin desfallecer ni un solo día en su reto. Caetano se jugó en dos minutos todo el dolor y el esfuerzo de los últimos cuatro años, eso sí es meritorio. Son muchachos optimistas que encontraron su segundo hogar en el salto o en el remo, porque España se ha transformado casi en secreto en una potencia mundial.
Los centros de alto rendimiento, la alimentación junto al objetivo de igualar a los que están arriba y el clima son un plus en relación a los países del norte y del este de Europa donde solo se llena el estómago. Caetano y Ana, habituados a competir con el ácido láctico en todo el cuerpo. De conseguir sincronizarse con su compañero o con el viento, hallarán el éxito. Su esfuerzo los acerca a los seres homéricos cantados por Píndaro.