La lluvia, pura maravilla

José Antonio Ventoso VIDA DESDE FUERA

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

20 nov 2024 . Actualizado a las 17:50 h.

En Galicia la lluvia es una pura maravilla. Llueve en Barbanza y entierra el fuego hasta primavera. Los gallegos amamos el agua y, al mismo tiempo, la odiamos. Los campesinos la añoran cuando sus tierras pasan una semana sin ser regadas por este maná gratuito. En cualquier momento, el listillo de turno le pondrá precio, como hicieron con el aire. El agua está tan incrustada en nuestro ADN que solo notamos su ausencia.

La lluvia es una queja que nos aporta sosiego y placer, pero también desesperación y desgracias. Es la oxitocina de nuestro elan vital. La lluvia nos ha hecho resistentes. Habituados a la froalla, el chubasco, la nevada, el chaparrón o la tormenta, nos enseña a saber que «nunca choveu que non escampara». El seny gallego se basa en resistir y no desesperar. Las desgracias vienen solas; las alegrías son como una «escampada» entre dos frentes. Somos los guardianes del tiempo porque ante nosotros solo está el océano y sus leyes son inescrutables. 

El clima nos infundió en nuestra antropología una cierta melancolía incurable, pero también una determinación invencible. Somos trabajadores tozudos, hechos entre mareas y mares que saben subir y bajar. Aquí nace nuestro descreimiento. Una especie de duda metódica asentada en el escepticismo sociológico: «Bueno, choverá si ti o dis dese xeito», pero en el fondo piensa que «será así ou será de outro xeito», porque unas veces manda la marea y otras manda el viento y otras no llega porque sellaron la paz. A pesar de la lluvia y el mal tiempo, no desmayamos ante el sufrimiento.