Juan García Casais fue un adelantando a su tiempo que abrió una de las primeras discotecas de Barbanza
10 jul 2021 . Actualizado a las 09:32 h.Es común que alguna canción nos retrotraiga a mejores tiempos. Me pasó hace unos días con motivo del fallecimiento de Rafaela Carrá y el bombardeo mediático de temas que jalonaron su trayectoria de éxitos. Me ocurrió concretamente con Qué dolor —ya saben, el de la mujer en el armario—, que siempre que lo escucho regreso a la discoteca Suky y veo a Juan, el propietario, en la penumbra de la cabina pinchando el vinilo una y otra vez a lo largo de la noche, para desgracia de los chavales que repudiábamos la música pachangueira.
Y cuando el «qué dolor, qué dolor» se diluía en lo más profundo de mi cerebro, me entero del fallecimiento de Juan o do Suky, y dibujo mentalmente una viñeta en la que lo plasmo con su sonrisa socarrona y su cabello blanco picando la canción en bucle, mientras Rafaela Carrá baila alocada en medio de la pista de la discoteca del más allá.
Juan García Casais fue un adelantando a su tiempo que abrió una de las primeras discotecas de la comarca, pero desde luego la primera de Boiro, a la que puso el nombre de Suky, aunque inicialmente pretendía que se llamase Sukyiaky, que, según explicaba, significaba casa en el monte en japonés, ya que la levantó en una finca de su propiedad a la salida de Boiro rodeada de árboles. Fue en los setenta y en poco tiempo se convirtió en el epicentro de la movida boirense. A ella acudían jóvenes de todo el sur de la provincia de A Coruña y del norte de la de Pontevedra. Al principio, solo abría los domingos, unas cuatro horas, poco pero intenso tiempo. Luego amplió actividad a los sábados.
El negocio de Juan hizo suyos los fines de semana de mediados de los setenta y principios de los ochenta a base de música pachangueira y escasos guiños al rock sinfónico.
Juan era el disyóquey y el relaciones públicas, y los amantes de la música más modernilla agradecíamos que dedicara más a su segunda ocupación, pero admirábamos el éxito que alcanzaba llenando la pista de baile hasta el abarrote cuando él pinchaba.
Juan García Casais fue un precursor, o mejor dicho, el precursor de la movida de Boiro con un negocio que mantuvo a pleno rendimiento hasta el albor de los noventa. El local le dejaba tiempo para la política, de hecho, fue a través de esta que asomó a la vida social de Boiro por su carácter inconformista y guerrillero que empezó a principios de los setenta al ser nombrado concejal y enfrentarse, junto con otros, al alcalde de turno por el abandono del colegio Martín Gómez, para ausentarse de la corporación municipal en las primeras elecciones locales de 1979 y regresar en 1987, después de vivir una intensa polémica en AP que lo llevó a marcharse del partido y emprender aventuras en otras formaciones de centro-derecha siendo elegido otra vez edil con la CPG.
De la misma forma que propició, en segunda fila, que el PSOE se hiciera con la alcaldía de Boiro en 1983, pese a tener solo seis concejales frente a los ocho del PGI; en 1987, en su segunda etapa como concejal, fue uno de los que facilitó la moción de censura que acabó con una alcaldía socialista apuntalada en una amplia mayoría de 11 sobre 17 concejales. Siempre fue combativo y reivindicativo, estuviese dentro de la corporación municipal o no.
Juan se marchó un día después de Rafaela y dejó huérfana la cabina del Suky de nuestra memoria con la aguja del plato enganchada en el rayón del «qué dolor, qué dolor».