Ramón Campos, guionista y creador de Bambú, repasa su vida a punto de cumplir los 50: «Justo en el momento en el que intenté suicidarme, aprendí que no quería morirme»
NOIA
Ha recibido un Emmy, un Ondas, y este año cumple 50 renovado. Muy enamorado de su novia, tras separarse de su socia, Teresa Fernández-Valdés, habla del éxito de «Fariña», «El caso Asunta», «La Promesa» y de su amor a Noia. «Cerraré la trilogía en Galicia con con un caso que marcó nuestra historia», señala
26 ene 2025 . Actualizado a las 00:37 h.Ramón Campos (Noia, 1975) es el alma de la productora Bambú, que está detrás de éxitos como Velvet, Las chicas del cable, El caso Asunta, o más recientemente La Promesa, por la que ha conseguido un Emmy. Este año tiene pendiente el estreno de La favorita, además de una coproducción con J. Bayona, Vieja loca, que protagoniza Carmen Maura, acaba de estrenar La mitad de Ana y está enfocado en más proyectos para Netflix. Ese éxito brutal no lo ha cambiado, porque Ramón sigue siendo fiel al mismo equipo con el que empezó y a sus amigos de Noia, a los que ve una vez al mes. «Antes odiaba Madrid, pero ahora ya no. Mira si me gusta, que mi piso está en Gran Vía», se ríe.
—Este año cumples 50, toca hacer balance ¡y una fiesta!
—Sí, sí, además todos mis amigos de Noia son del 75, este año empezamos de cero. Ja, ja, ja.
—¿Te habías imaginado alguna vez que a los 50 tu vida sería así? Os acaban de dar un Emmy por «La Promesa», a ti el Ondas...
—Fíjate, cuando estábamos Teresa [Fernández Valdés, su exmujer] y yo arrancando Bambú, había una productora al lado que hacía tres series a la vez y yo decía: «¿Te imaginas un día tener tres series? ¡No lo conseguiremos en la vida! Y, fíjate, 16 años después, estamos ahí. El año pasado fue muy lindo, se juntaron varias cosas: La Promesa se asentó, conseguimos el premio; con Cómo cazar a un monstruo llegamos a una madurez con los documentales... Recuerdo que hace unos años un compañero me había dicho: «Empiezas a escribir bien cuando tienes 40 y pico» y a mí me había sentado fatal, porque entonces tenía 30. Pero tenía razón, a medida que cumples años te vas asentando y ves las cosas desde otra perspectiva.
—Tú siempre has sido muy sufridor a la hora de escribir, ¿sigues así?
—Yo odio cada vez más escribir, porque me peleo conmigo mismo y me insulto mucho. Antes era mucho más explosivo y era mucho más impulsivo. Recuerdo que volvía loco a todo el mundo a mi alrededor. Y ahora no. Ahora lo sufro yo, pero luego con el resto del equipo creo que soy mucho más tranquilo.
—Citabas hace años a Cela: «La inspiración es como las moscas, solo va al sudor»...
—Absolutamente, pero eso lo sigo pensando, ¿eh? Yo todos los días me levanto, a las nueve de la mañana dejo a las niñas en el cole, llego a la oficina y hasta las seis o siete de la tarde no salgo de aquí. Estoy sentado en el ordenador, y si no se me ocurre nada, sigo sentado en el ordenador.
—Sois un equipo muy engrasado, sois los mismos desde que sonó «Bambú», de Miguel Bosé, en la discoteca...
—Sí, Gemma [R. Neira], Josep [Cister], Carlos [Sede]... Llevamos tantos años que con solo mirarnos sabemos lo que nos gusta y lo que no. Nos gusta crear historias y que esas historias lleguen a la gente. No nos movemos por una serie con un gran presupuesto, que nos encanta tenerlo, pero si una serie, por muy bien que esté, no llega al público, sentimos que hemos fallado. Yo ahora he cogido una línea más periodística, como El caso Asunta, Fariña, los documentales... y nos hemos dividido un poco. Hemos diversificado y creo que desde Fariña la gente nos ve de otra manera.
—Me dijo una vez Teresa [Fernández-Valdés] que en la tele, si no te diriges a las mujeres, no vas a tener éxito.
—Cuando la tele era en abierto, lo planteábamos mucho. Yo hacía una metáfora con la tarta de cumpleaños y se lo explicaba a mis guionistas. Las mujeres son el bizcocho; los hombres, la nata; los jóvenes, las guindas; y los niños, las velas. Necesitas el bizcocho, si no, no hay tarta. Yo creo que ahora ha cambiado un poco porque puedes ir a grandes públicos más de nicho. Aun así, las mujeres son las que mueven el sector cultural en el mundo: el cine, la televisión, la radio, la música... Las mujeres son mucho más espectadoras y lectoras y mucho más fieles.
«Cerraré la trilogía en Galicia con un caso que marcó la historia»
—¿Tú también eres de los que te pasas horas mirando qué plataforma ver? [Risas] ¿Tienes el mando en casa?
—Lo intento llevar yo, pero tengo la suerte de que mi chica, Elisabeth, y yo tenemos un gusto muy parecido. Nos gusta mucho el true crime y las películas basadas en hechos reales. Y luego con mis hijas nos encanta ver a Chicote, MasterChef, vemos mucha cocina...
—Recomiéndame una serie.
—De las últimas que he visto me alucinó El quinto mandamiento, también Querer y Douglas is Cancelled.
—El año pasado lo petaste con Asunta. ¿Has pensado en hacer algo solo con Basterra?
—No, no me lo planteo, porque yo no he descubierto nada que me hiciese pensar en algo nuevo. La ficción nos permitió dos cosas: llegar a un público más amplio que con el documental y abrir la puerta, entrar en su habitación, y ver su vida desde dentro. Creo que pudimos comprender un poquito más de la psicología de estas personas y de cómo llegaron a esa situación.
—¿Entendiste más a Rosario?
—Entenderla no. Pero entiendo todo lo que sucedió. Rosario mató a la niña porque era el único eslabón que la ataba a Basterra. Y no hay ninguna prueba de abuso de él a la niña, no se demostró. Yo, en la serie, hago esa denuncia sobre por qué se insistió tanto en la pederastia cuando no había ninguna prueba, pero hubo interés en que eso saliese a la luz. Creo que Alfonso no cuenta toda la verdad y eso se lo he dicho a él. No sé si participó en el asesinato, pero sí en la ocultación.
—Los actores fueron un acierto, ¿piensas en ellos cuando escribes?
—No siempre. Con Tristán Ulloa lo tenía claro, porque para mí es como esos jugadores del centro del campo, como Guardiola o Xabi, que reparte juego y no llama mucho la atención. Candela estuvo estratosférica, a ella no la tenía en mente, pero en general no suelo escribir con actores concretos.
—¿Qué será lo próximo?
—Quiero cerrar la trilogía gallega, que empezó con Fariña, continuó con El caso Asunta, y ahora quiero hacer una tercera serie para contar un caso real en Galicia. Uno de los casos que para mí es de los más importantes de nuestra historia.
—¿Un asesinato?
—No te puedo adelantar [risas]. A mí la realidad sí que me conecta siempre. Mi primera serie fue A vida por diante.
El thriller, el misterio, siempre me ha interesado mucho. Yo crecí con todas esas series en las que pasaba de todo: Falcon Crest, Dinastía, Vacaciones en el mar, los culebrones sudamericanos... Y de ahí viene Gran reserva, Gran hotel... Esta última supuso para nosotros un antes y un después, porque cuando llegamos a Cannes vimos que la llamaban el Dowton Abbey español, no estaba aún Netflix y la vendimos a 190 países, eso nos conectó con el mercado internacional y ya cuando llegó Las chicas del cable fue la revolución.
—Tienen todas un punto melodramático...
—Claro. El melodrama sublimado, como yo le decía a los guionistas: «Vamos a darle al espectador una telenovela, pasiones intensas, celos, traiciones, amores, odios, y lo vamos a hacer de una forma tan de lujo que la gente se sienta orgullosa de verlo».
—Has confesado muy valientemente que en tu época de estudiante intentaste suicidarte tomando una caja de pastillas. Ahora ya podemos hablar de un tema que ha sido tabú.
—Sabemos que hablar de los suicidios no provoca suicidios. Hay que normalizar hablar de ello, porque en España al año se suicidan 4.000 personas. Yo, en el momento en el que me intenté suicidar, aprendí que no quería morirme, pero no encontraba la puerta. Lo que estaría bien que le dijésemos a la gente es que hay puertas donde hay que llamar y que hay salida. Yo tengo dos niñas, sobrinos adolescentes, y que creo que hay que ser transparentes con eso. Antes de contar mi caso, lo hablé con mis hijas y les dije lo que iba a hacer, porque hubo gente que no lo entendió. Que pensaban que iban a señalar a mis hijas. Nadie quiere suicidarse, eso no está en nuestro ADN, lo nuestro es sobrevivir. La gente quiere vivir.
—Te salvaste gracias a tus compañeros de piso, que te llevaron al médico.
—Sí, pero fíjate, el propio médico que me hizo el lavado de estómago me riñó, me echó una bronca, cuando yo lo estaba pasando tan mal. No encontraba la puerta y aún encima ese tipo que me estaba salvando la vida me reñía. Era una confusión total. Tuve la suerte de que mis padres me fueron a buscar a Pamplona, me vine a Galicia, y al día siguiente, porque me lo podían pagar, estaba en el psiquiatra y yendo a terapia. A partir de ahí pude reconstruirme, y esa experiencia forma parte de lo que soy. Ahora soy una persona que vive con mucha tranquilidad la idea de la muerte, no me asusta.
—¿No hiciste una serie sobre el suicidio?
—Empecé el proyecto, sí, pero no me la compraron.
—¿Te ves volviendo a Galicia?
—Volver a Galicia a vivir es difícil. Pero me he comprado una casa enfrente de la de mi madre, en Noia. Y vuelvo cada mes, por lo menos, un fin de semana a ver a mis amigos de Noia. A mí me encanta, esto es una cosa que hablo muchas veces con mi chica, y ella me lo dice, que cuando me río de verdad es cuando vuelvo a ver a mis amigos de Noia, la verdadera risa es con mis amigos de toda la vida. Hay un tipo de risa que nace de conocerte desde hace 45 años, es algo que es muy difícil de explicar. Nosotros sabemos de lo que hablamos, somos 17 amigos, hemos perdido a uno por el camino, pero tenemos un grupo de WhatsApp y estamos muy en contacto.
—Se te ve feliz y enamorado.
—Sí, sí, mucho. Muy feliz, muy feliz, enamorado. No me puedo quejar de nada. La vida me va bien, ahora mismo me va muy bien, que siga así.