Su entierro se oficiará hoy, a las 18.00 horas, en Palmeira
29 ago 2017 . Actualizado a las 14:02 h.El destino me llevó a una pequeña taberna del muelle de Palmeira donde un hombre de ojos claros y luminosa sonrisa se interesó por saber de quién era de Boiro. No me hicieron falta muchos datos, porque, de repente, sus párpados se abrieron de par en par y me dijo: «Ti e máis eu somos familia». Y así me lo confirmaría mi madre unos días después, que se alegró de que la vida volviera a cruzarlos en el camino cuando los junté en el establecimiento de Palmeira, porque ambos eran primos y habían compartido peripecias en su Boiro natal, pero no se habían visto desde que Alejandro se marchara para la populosa parroquia del municipio ribeirense, nada menos que en 1960. A partir de ahí, cada encuentro con él se convertía en una explosión de satisfacción mutua, y de orgullo personal mío por haber conocido a aquella gran persona, que incluso era incapaz de mantener un gesto serio cuando supuestamente estaba enfadado.
Repasando la hemeroteca constaté ayer que Alejandro Lojo decidió colgar los bártulos del bar hace ya 12 años, pero el establecimiento sigue abierto, por lo que, a los nostálgicos, siempre nos quedará el recurso de ir de vez en cuando por allí porque así lo seguiremos viendo detrás de aquella blanquísima barra de mármol, que creo que brillaba tanto porque su meticulosidad no permitía que ni la mínima gota de bebida profanara su particular altar; ordenando las botellas de la estantería, o desapareciendo por detrás de la puerta que daba a su vivienda para regresar con una tapita. Se ha ido, y yo tengo la esperanza de que vuelva a cruzarse con su prima, mi madre, y que la bondad de ambos guie a quienes les queremos. Su cadáver está en el tanatorio de la calle Venecia de A Pobra y el entierro es hoy, a las 18.00, en Palmeira.