En el verano del 2003 se registró en Europa la ola de calor más intensa de la historia reciente. Se trata del desastre natural que más muertes provocó en los últimos 50 años
18 mar 2019 . Actualizado a las 16:30 h.En el verano del 2003 se registró en Europa la ola de calor más intensa de la historia reciente. Esta considerado como el desastre natural que más víctimas mortales generó en los últimos cincuenta años. Solo en España el número de fallecidos fue de 6.000. Ese episodio extremo provocó, además, otro tipo de efectos. «Se observó una mortalidad marina muy importante y algunas especies dejaron de reproducirse», explica Marta Coll, investigadora del CSIC que acaba de participar en un estudio publicado en la revista Nature que reconoce que las consecuencias que producen los fenómenos extremos en sectores como la agricultura o la pesca están siendo subestimadas. Los autores del trabajo estudiaron el episodio del 2003, cuando la temperatura media ascendió entre dos y cinco grados respecto a la media. «La primera conclusión a la que hemos llegado es que la frecuencia de este tipo de eventos va a aumentar en el futuro y, con los modelos en la mano, no le hemos dado la suficiente importancia a este tipo de fenómenos extremos. Estamos subestimando el clima», asegura Coll.
La ciencia del clima ha estado concentrada, sobre todo, en medir el impacto que produce el aumento del valor medio, sin prestar tanta atención a los episodios que sobresalen por mucho. «Esto quiere decir que podría haber un desajuste entre lo que vemos en los modelos y lo que puede llegar a pasar con el cambio climático», confiesa la científica.
Por sectores, en el artículo se asegura que en el mar se van a producir grandes mortalidades, especialmente en aquellas especies que no soportan un valor de temperatura determinado. «Muchos invertebrados marinos, como los corales, no pueden moverse y, por tanto, están muy condicionados por las circunstancias ambientales. Cuando ocurre un fenómeno extremo se producen mortalidades muy altas. Lo mismo va a suceder con la agricultura, que descenderá la producción», asegura. Solo hay que recordar como durante la ola de calor del pasado verano hubo una mortalidad muy elevada en las granjas gallegas. Fallecieron medio millón de pollos y miles de conejos. «Los animales en Galicia pueden soportar bien el frío, pero no esas temperaturas y humedad», reconocía Román Santalla, responsable de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos.
Esta nueva investigación pone de manifiesto, además. que el calentamiento global plantea constantemente nuevos desafíos a la comunidad científica. «Los modelos se están quedando cortos al predecir el futuro. Los estudios del clima requieren mucho esfuerzo y una inversión constante», admite Coll.