Investigadores de la Universidad de Santiago encontraron nueva información sobre un intenso enfriamiento que ocurrió en el pasado de forma súbita. Este evento podría volver a ocurrir por la fusión del hielo en el Ártico
10 may 2020 . Actualizado a las 11:10 h.Galicia es un lugar privilegiado para los científicos que se dedican a estudiar las condiciones del pasado, una disciplina conocida como paleoclima. «Está situada en las latitudes medias, donde la posición de los frentes permiten que se registren o no determinados parámetros atmosféricos. Es decir, ocupamos una posición muy sensible a los cambios ambientales y, por tanto, se pueden realizar mejores mediciones que en otras zonas de la Tierra», explica Antonio Cortizas, biólogo de la Universidad de Santiago e investigador en paleoclima.
La comunidad gallega dispone además de unos testigos naturales que relatan el clima de antaño; las turberas, humedales que han estado acumulando restos vegetales durante miles de años. «Son nuestras librerías del pasado. Ahí está escrito el cambio climático, la evolución de la vegetación y de los seres humanos. Las turberas de nuestra comunidad permiten remontar aproximadamente unos 11.000 años».
El equipo de Cortizas acaba de publicar en la revista The Holocene un artículo que ofrece nuevos datos, gracias a la información que aporta la deposición de polvo atmosférico, sobre un evento climático singular que ocurrió hace 8.200 años, coincidiendo con la mitad del período Holoceno: un enfriamiento súbito. «Hubo una pulsación fría corta pero muy intensa. Las condiciones incluso fueron más gélidas que durante la Pequeña Edad de Hielo. Produjo un cambio significativo en la vegetación gallega. Aumentó, por ejemplo, el abedul, una especie propia de condiciones más gélidas. Y acompañando a este enfriamiento se registró una proceso de erosión de los suelos debido al impacto de las borrascas y eso nosotros lo hemos detectado en un incremento en la deposición de polvo atmosférico en las turberas de la zona de O Xistral».
Las temperaturas más bajas del conocido como Evento 8.2 se concentraron en el Atlántico norte, donde las anomalías térmicas negativas (valores por debajo de la media) fueron muy notables y el causante fue un cambio de las condiciones en la corriente del Golfo. «Afectó a la trayectoria de la corriente, que transporta calor desde la zona del golfo de México hasta el polo. En la actualidad el calor que aporta esta corriente es vital para nuestras costas. En Boston, que está a la misma latitud que Galicia, hay olas de frío y nieva todos los años cuando aquí es muy infrecuente. La rama de la circulación que deriva hacia nuestras costas y la corriente fría del Labrador que baña la costa oriental de América del norte son las responsables de esta situación», sostiene Cortizas.
Las investigaciones realizadas sobre este suceso climático proponen que se registró un aumento de los icebergs en el Atlántico norte que se tradujo en un incremento de agua dulce. Esto alteró la corriente termohalina que recorre la Tierra y que distribuye el frío y el calor por todo el mundo. Su estabilidad depende directamente de un delicado equilibrio entre salinidad y temperatura del agua.
El pasado nos ofrece una valiosa lección sobre una amenaza de la que hoy nos advierte la ciencia. El deshielo del Ártico está liberando grandes cantidades de agua dulce al océano que podrían alterar otra vez la corriente y el impacto que tendría en la sociedad gallega hoy sería mucho mayor.