Paseando como De Gaulle

F.E. A CORUÑA

CARBALLO

EDUARDO

Un «Tiburón» idéntico al del general galo fue la estrella de la exhibición de coches antiguos Casi ochenta coches participaron en la exhibición final en un recorrido urbano en Los Cantones

18 ago 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

A Casi ochenta coches de los más diferentes diseños paralizaron la circulación en el centro de la ciudad ayer por la mañana. Ni el mal tiempo ni la carestía del combustible bastaron para frenar a los entusiastas coleccionistas de vehículos de época en su pacífico desafío a los locos del volante. Con el peculiar rugido de los motores con denominación de origen, automóviles de hasta cien años de antigüedad convirtieron Los Cantones en un gigantesco museo móvil que despertó la curiosidad de centenares de viandantes. A la llamada de la asociación Coruña Veteran Car , la organizadora del evento, acudieron 78 vehículos procedentes de todos los rincones de España, Portugal e Inglaterra. Auténticas joyas Entre las joyas de las cuatro ruedas que se exhibieron sobre el asfalto de la ciudad hay ejemplares únicos. Como el Citröen ID20, popularmente conocido con el sobrenombre de Tiburón , que se hizo famoso por salvarle la vida al general francés Charles de Gaulle en un atentado. «Pasear en él es un privilegio», explicaba Ramón Roca, uno de los miembros de la organización, mientras anunciaba por la megafonía las idas y venidas de los automóviles participantes en la gimkana urbana. Porque, al margen del Tiburón , también hay que hablar de muchos otros vehículos especiales. Como el Delage de 1908 que se ganó el premio al coche más antiguo de cuantos se dieron cita en Los Cantones. O el Rolls Royce Silverwraith originario de 1949 que fue considerado por la organización como el coche más valioso de la cita. «Es que muchos confunden el precio con la antigüedad y lo cierto es que, para los coleccionistas, lo más importante es el carácter único y el estado de conservación de ejemplares que marcaron una época en el mundo de la automoción», insiste Ramón Roca. Clásicos Esa opinión la comparte Luis Pereda, uno de los responsables de la organización. «Aquí hay piezas de museo y vehículos modernos que se pueden comprar incluso en concesionarios. Lo más importante es que esa pasión por los motores se traduce en el respeto y el cuidado de piezas únicas», subraya Pereda mientras a su lado pasa un rutilante vehículo de gran tamaño. «Es un Hotchkiss francés. A muchos esa empresa sólo les sonará por las metralletas que fabricaban, pero ese coche es tan especial que debe de valer una fortuna», explica con espíritu didáctico Luis Pereda a un grupo de contertulios. En las aceras, pequeños y mayores disfrutaban del circuito de habilidad improvisado al pie del Obelisco por la organización. El paseo matutino se veía alterado por los ruidosos Lotus Superseven, unos pequeños pero atractivos biplazas bautizados con los nombres más curiosos. «La mayoría proceden de Inglaterra, pero también hay ejemplares de A Coruña y del resto del España», señala uno de los organizadores apuntando a la comitiva de 30 vehículos descapotables cuyos acelerones daban ambiente de gran premio de Fórmula 1 a los boxes improvisados a la altura de la plaza de Mina. Almuerzo de despedida Una comida multitudinaria, que incluyó el reparto de trofeos para prácticamente todos los participantes puso fin a la reunión de coches antiguos que, además, se convirtió en altavoz de la reivindicación de la condición de patrimonio de la humanidad para la torre de Hércules. «Esperamos que sirva de algo nuestro apoyo», dice Pereda.