
En directo | En la Fagía El tiempo ayudó a digerir la tonelada del popular potaje que los vecinos de la localidad vimiancesa ofrecen cada año a todo el que se acerca hasta el campo de la fiesta
09 jul 2004 . Actualizado a las 07:00 h.Como si se tratase de una fiesta de Fin de Año, ayer hubo barra libre en Carnés. Usted paga la entrada y come hasta que reviente o hasta que se acabe. Faltaba, eso sí, el desenfreno de las fiestas en smoking y traje de noche, porque la edad media de los asistentes debía rondar por arriba los cincuenta y los usuarios de la cunca se veían profesionales en el trasiego de callos. Como cada año, el san Cristovo se celebraba en Carnés (Vimianzo), a base de callos. Ayer, los dos plátanos que dan sombra al recinto, sirvieron de paraguas. A alguno le caían las gotas de sudor, no por el sol, que no lucía, sino por tanto callo. «E parece que levas tres días sen comer», se escuchaba como dedicatoria irónica destinada a algún fan del recunque. Y es cierto que mucho tenían hambre de Fagía, un hambre acumulada durante 364 días sin fiesta. Así que ayer se resarcieron a gusto. No se sabe bien porqué, el callo se hizo tradición y ya no hay quien lo cambie. En la zona de cocina el calor rondaba, así a ojo, los cien grados. Entrar a los fogones era como sumergirse en una pota de callos. Sólo de carne cayeron 850 kilos. Los garbanzos pasaron bien de 300, 70 más que el año pasado, conataba José Martínez Martínez, presidente de la comisión de fiestas, porque la cosa caía en viernes y siempre se deja caer algún comensal de más. En total, calculaba, al rancho se apuntaron más de 2.000 personas. Entre el público, además de los locales, se veían caras de otros puntos medianamente lejanos: Corcubión, Cee, Muxía o Camariñas. El amor al callo no conoce fronteras. Siguiendo con la receta: 60 kilos de chorizo, 300 de pan y 720 litros de vino para apagar tanto fuego. Dice Martínez que no sobra. El jefe de los fogones, por antigüedad, era Fructuoso Mouzo. Con él lidiaban con los pucheros desde las cinco de la mañana Yolanda Vidal y María de Marta. Para poder catar el manjar bastaban cuatro euros. El dinero necesario para conseguir el plato y la taza, elementos indispensables para que la docena de voluntarios del cucharón accediesen a soltar los callos. Después, como es lógico, había baile. Un baile que durará hasta el lunes y en el que tocarán, incansables, ocho orquestas, la cantidad justa para quemar tanta energía. ¿Cuántas calorías tienen 1.200 kilos de callos? Posiblemente suficientes para poner en órbita a un satélite. Testigo Testigo de toda la tangana, San Cristovo, aparcado en el campo de la fiesta después de la procesión, como manda el reglamento. Nadie prueba los callos hasta que el santo se sienta. Para pagar tanta fiesta los de la comisión llevan cinco meses de recorrido por puerta por puerta animando a los vecinos. Además del presidente, ayudan Ramón Santos y Manuel Martínez. Entre todos recaudaron los 36.000 euros que cuesta el ágape con la música. Una buena tajada, de 10.000 euros, la aportan los emigrados a Suiza de la localidad. Se entiende que allí, después de un duro invierno, un baño de callos el ideal para entrar en calor. Ayer, las orquestas Festival y Supercombo pusieron los acordes a unos bailarines más o menos ahítos. Cuando Ismael e Isla cierren el ciclo de música el lunes muchos ya tendrán hambre. Tendrán que esperar un año para desquitarse otra vez.