
Reportaje | El patrimonio de la Costa da Morte El incendio que afectó esta semana al edificio vimiancés no ha dañado la estructura de uno de los pazos-fortalezas mejor conservados de la comarca
03 feb 2007 . Actualizado a las 06:00 h.A principios de esta semana, un incendio afectó a uno de los pazos-fortalezas más singulares y mejor conservados de la Costa da Morte. Las llamas pusieron en alerta a los vecinos de Cereixo, en el municipio de Vimianzo, y el fuego pudo ser sofocado sin que por el momento se expliquen las causas que lo originaron, aunque un cortocircuito es la más probable. A pesar de que los daños materiales no fueron grandes, aunque sí suficientes, las llamas provocaron la pérdida de enseres personales y un buen susto a los propietarios del inmueble. Historia Este episodio no deja de ser un capítulo más de un edificio que alberga en sus piedras una historia centenaria que comenzó a escribirse entre los siglos XV y XVI, cuando las torres que hoy vemos pertenecían a una fortaleza vinculada a linajes como los Calo o Carantoña. Las dos torres que enmarcan el edificio mantienen su original carácter militar a través de la robustez de su fábrica y su coronamiento con merlones y almenas, que les otorgan un carácter defensivo y medieval que, a pesar de los avatares históricos, el tiempo no ha conseguido borrar. La edad de oro de este edificio se vivió con los enlaces que emparentaron a sus dueños con los condes de Taboada y de Maceda, a partir del siglo XVII. Fue en este momento cuando la casa señorial se transformó en pazo, unificando las dos torres a través de un cuerpo central en el que se dispone la puerta de entrada, coronada con un escudo en el que aparecen reflejadas las armas de las familias citadas. Su natural transformación en pazo, que no consiguió abolir el carácter militar originario, le otorgó al edificio el perfil señorial oculto hoy bajo los lienzos de su fachada y agregó a su planta un patio en el que sigue habitando el huésped más antiguo del inmueble, un árbol centenario. Convertido en residencia de condes, en la actualidad algún vecino aún recuerda los comentarios transmitidos de padres a hijos cuando las torres eran conocidas entre los vecinos del lugar como «a casa da condesa». Ya en la época contemporánea, el conjunto fue adquirido por Emilio Moreira, médico de profesión, quien arrendó el complejo al Ayuntamiento para destinarlo a escuela. Algún habitante de la zona recuerda cuando asistía a las dependencias del pazo, transformadas en aulas en las que se impartía enseñanza por un maestro y una maestra, e incluso comentan en el lugar que las torres sirvieron de residencia a algún profesor que impartía clase en ellas. Los exteriores del pazo, donde crecen las camelias y diversos árboles, servían de patio a los escolares de Cereixo, sin duda un marco que en la actualidad resulta, cuando menos, evocador. La función escolar vigente durante años fue abandonada cuando se abrieron las escuelas de la vecina A Ponte de Porto. Recuperación Después de algunos años ausente de toda actividad, la estampa de las torres recobró su esplendor original con la recuperación proyectada por su propietario actual, Santiago Fernández Puentes. Su profesión de arquitecto, sin duda, tuvo algo que ver en los criterios de restauración de un edificio con una envergadura histórica importante. Las obras de acondicionamiento del edificio dieron comienzo en el año 1987, pero el proceso continuó en los años sucesivos y ha dado lugar a la actual estampa de las torres de Cereixo. En las intervenciones realizadas en el exterior se limpiaron los lienzos murales, se sustituyó la cubierta y destaca la conservación de algunos elementos aprovechables, como cuatro de las ventanas de madera que se encuentran en la fachada principal. Son las ventanas o, mejor dicho, su color, algo que no deja indiferente al visitante que asome su vista por encima del muro de cierre, y es que el azul con el que están teñidos su marcos no responde a criterios estéticos y arbitrarios, como pudiera pensarse, sino más bien a un mimetismo con el pasado. Así lo justifica su propietario, Santiago Fernández: «Yo hablé con gente del lugar y me dijeron que las ventanas tenían ese color. Además -añade-, en las zonas costeras era frecuente utilizar estos colores, también empleados para pintar los barcos». Una restauración con criterios que no tratan de falsear una realidad ni un edificio y que, por lo menos en su exterior, se pueden admirar desde un entorno privilegiado a los pies del río Grande y próximo a la ría de Camariñas. Su titularidad privada impide ver y visitar el interior del edificio, que cuenta con una planta baja utilizada en origen como hucha destinada a albergar los pagos de los foros, y otra superior donde se encontraban las dependencias de la casa, como la cocina y los dormitorios. La cercanía de la iglesia parroquial de Santiago de Cereixo brinda, además, la oportunidad de visitar uno de los ejemplos más emblemáticos del románico rural en la Costa da Morte.