Hay furnas tan espectaculares como de difícil acceso. El casco podría ser útil, pero nadie lo usa
07 abr 2018 . Actualizado a las 00:06 h.El fatídico accidente en las Catedrais, por la muerte de una joven tras caerle una piedra en la cabeza, ha abierto el debate sobre las precauciones que deben tenerse en el acceso a ese lugar. Y, por extensión, a otros similares. Naturalmente, no hay arcos comparables a los del arenal ribadense, pero sí furnas o cuevas tan o más impactantes. Los arcos, menores, sí los había en la zona de A Percebeira de Razo, pero hace dos años desaparecieron fruto de la fuerza del mar y los desprendimientos. Además de belleza, se perdió un acceso superior a un saliente desde donde se podía bajar a otros farallones y estructuras llamativas. Ahora queda para los percebeiros y los aventureros, como siempre con mucha precaución. Alguno logrará ver un curioso túnel que recorre toda la base de un saliente, entre otras maravillas.
Furnas sí hay muchas. Poéticas, como la de Buserana en Muxía; artísticas, como la de los Encantos de Corme. Invisibles desde tierra, solo para fortuna de los navegantes, pero también accesibles por los acantilados. A veces, más, y otras menos. En el tramo entre Caión y la parroquia malpicana de Cerqueda hay decenas. Algunas, enormes. Cambre, en sus tres playas principales (As Torradas, Riás y San Miro), más que furnas posee un museo geológico, en el que los colores y minerales llaman más la atención que la profundidad. En Rebordelos, Carballo, en un tramo de menos de 100 metros hay diez, incluso unas dentro de otras. Solo se aprecian enteramente (y segura, ojo a los resbalones) con marea muy baja.
A veces se ven visitantes adentrándose en ellas. Sin casco, claro: ese debate tardará mucho en llegar a la zona, entre otros motivos porque los accesos son mínimos, la señalización inexistente y los momentos para caminar, muy limitados. Con razón, quienes disfrutan de este patrimonio están más pendientes de la marea que de las rocas.