
El establecimiento Séptimo Arte liquida todas sus copias a precio muy reducido tras veinte años de actividad
12 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Seguramente el símil ya se ha empleado muchas veces, pero sigue valiendo para el caso. El único videoclub que resiste en Carballo, el último mohicano de este negocio, es el Séptimo Arte, en la calle Fomento. Tras 21 años, echa el cierre. Ya lo está haciendo de manera gradual, sin adquirir nuevas copias desde hace tiempo y vendiendo las que tiene a un precio simbólico de 2,5 euros cada una. Los cinéfilos pueden aprovechar la ocasión, y los que no lo sean pero quieran hacerse con películas para su reproductor de DVD o Blue-Ray, también pueden. Claro que también se puede acudir simplemente a alquilar, lo de toda la vida: con lo que hay, y hay mucho, sigue adelante. En todo caso, no va a ser una clausura abrupta: tal vez un mes más, o dos, quién sabe, pero su fin ha llegado. Los nostálgicos y los clásicos lo echarán de menos.
Pero una cosa es la melancolía y otra la ley del mercado. Y este, combinado con las nuevas tecnologías, hace tiempo que dictó sentencia sobre estos establecimientos. Antonio Pastoriza Fernández, el responsable, recuerda que al principio funcionó muy bien. Era aún la época del VHS. El cambio al sistema digital empezó también muy bien, «sobre todo o primeiro ano», pero después fue cayendo lentamente. La clave, al igual que en la música y en otros sectores, fue Internet, y sus plataformas de descargas, «tanto as legais como as ilegais», asegura. No hay un año exacto en el que la curva de la demanda cayese estrepitosamente, pero tiene que poner una barrera «puido ser de seis anos cara aquí, que xa o tema foi fatal».
A cuentagotas
Así que lo que toca ahora es esperar, y atender a los clientes que aún siguen acudiendo, casi a cuentagotas. Durante el tiempo que Antonio recuerda la evolución del negocio, apenas una media hora, solo lo hace uno que, eso sí, revisa bien las estanterías en las que se acumulan los títulos. Miles. Las instalaciones impresionan, dos plantas completas, un tamaño muy superior a algunos de relieve que, años atrás, había en alguna ciudad gallega, aunque también es cierto que en ellas había mucha oferta. Y conste que en la capital de Bergantiños no fue pequeña: los aficionados a las películas recordarán el que había también en la calle Fomento, muy cerca de la Praza de Galicia; o en la calle San Xoán, o en la Barcelona, o aquel primero próximo al San Martiño... Todo este espacio del Séptimo Arte quedará ahora libre para un nuevo negocio o para quien lo quiera alquilar.
Los clientes que resisten pueden llevarse lo más reciente a 2,5 euros por un día completo, y el fondo de catálogo, a 1,5 euros durante dos jornadas. «Temos clientes de sempre, de toda a vida», explica Pastoriza. De los que ya se hicieron socios en la primera época, cuando abrió justo al otro lado de la calle, en 1997, y después pasó a su ubicación actual, al lado del bar Fomento, de la misma sociedad familiar, y ya una de las cafeterías clásicas de Carballo, con 40 años de andadura ininterrumpida. Algunos son fieles de verdad, como una que reside en Barcelona y que cada vez que viene reza para que siga abierto. No quiere perder las costumbres de tantos años.
Tantos años dan para muchas anécdotas. Y para algunas situaciones un tanto desagradables, como cuando algún cliente tardaba en devolver la película. Distingue dos tipos de personas, en este caso: la que, inocentemente, se despista de verdad, porque se olvida de la copia o la coloca en un sitio y no la vuelve a ver, o aquella que realmente se hacía la despistada y se negaba a devolverla, a pesar de las llamadas. Gajes del oficio.
Un cambio común en numerosas localidades
Carballo no es ajeno a lo que lleva ya un tiempo ocurriendo en otras localidades, da igual el tamaño. En Ferrol, por ejemplo, solo resiste un local (si es que no ha cerrado ya últimamente), a cargo de una familia. En A Estrada llegó a haber ocho locales, y el último que resistía anunció su cierre hace año y medio. En Ourense cerró el penúltimo hace poco más de un mes, y solo aguanta uno. Y así, en más lugares, en los que, a mayores, también hay cajeros automáticos ligados a los establecimientos principales, que igualmente han ido sucumbiendo.
Son características comunes a todos, fruto de las crisis, la tecnología y nuevos hábitos de consumo. Y seguramente buena parte de ellos también compartirán los gustos de los clientes. Pastoriza recuerda que los taquillazos del cine también lo eran en su local, desde Avatar a Titanic, por elegir un par de ellos. Pero la película que más ganancia les dio, y en la que más invirtieron, fue Blade, aquella de acción con Wesley Snipes como protagonista. Y en aquellos tiempos cada ejemplar costaba unas 10.000 o 12.000 pesetas (60 o 72 euros). Hacerse con diez era invertir un sueldo. «O que máis se alugou sempre foron as películas de acción, o cine espectáculo», señala el gerente, lo que no quiere decir que no haya clientes para otros estilos. Desde los filmes más serios a los infantiles, del humor al porno: «Todas teñen o seu público».
Variedad de edades
Es difícil radiografiar a la clientela, por su variedad, «pero a maioría sempre foi máis moza ca vella, de entre 20 e 30 anos máis ou menos», señala Pastoriza. Y con preferencia a alquilar el fin de semana, «sobre todos os sábados pola noite ou véspera de festivos». Todo eso formará parte del recuerdo dentro de poco.