La miopía la apartó de la aviación, se hizo funcionaria y ahora sueña con navegar

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CEE

MAR CASTRO

La cantera del talento | Ceense destinada en Madrid, la joven Ainhoa Conde vuelve a casa todas las semanas. Los últimos meses hizo varias presentaciones de su primer libro: «Devotos do destino»

16 abr 2023 . Actualizado a las 21:34 h.

Cuando tenía cinco años, sus padres la llevaron a un mirador de Lavacolla y se le quedó grabada la imagen de un avión a punto de despegar: a bordo, a los mandos, iba una mujer. «Dende entón baseei toda a miña traxectoria académica na ilusión desa nena de cinco anos que quería ser piloto, pero teño miopía magna e non foi posible», comenta la joven ceense Ainhoa Conde (1997), que dejó de mirar al cielo y bajó la vista al mar para encontrar una nueva pasión y otras perspectivas profesionales.

Siempre fue buena estudiante, desde su tiempo en el Manuela Rial hasta los años que pasó en el Agra de Raíces. Y si una mirada a las pistas de Lavacolla la atrajo para ser piloto, la película Titanic le hizo preguntarse: «¿Y por qué no capitana de barco?». «Necesitaba coñecer a historia real detrás dese suceso e veume á mente unha frase moi bonita que di que a navegar apréndese no océano, pero consolídase no ceo», comenta Ainhoa, que tras sacar nada menos que un 13,64 en selectividad, se matriculó en Ingeniería Náutica y Transporte Marítimo en A Coruña.

La carrera resultó ser todo lo que esperaba y más. De esa escuela salen promociones pequeñas, de no más de cincuenta alumnos, así que acabaron formando una pequeña gran familia con la que todavía mantiene contacto frecuente. Al terminar se le presentó la oportunidad de hacer prácticas en el mar, pero si quería graduarse en junio y optar al premio a la excelencia académica universitaria no le daba tiempo, así que decidió quedarse en tierra.

Pero la paradoja de la chica que sueña con ser capitana pero nunca ha estado embarcada no termina ahí, pues cuando acabó la carrera se sacó las oposiciones para ser inspectora de seguridad marítima y fue destinada a Madrid, el único puesto que está lejos de la costa. Lo logró en un tiempo récord, menos de un año, e inicialmente se dedicó a revisar los proyectos de radio comunicaciones marítimas de barcos de más de 24 metros de eslora. Le tocó, por ejemplo, examinar el del conocido buque hospital Esperanza del Mar, aunque recientemente la han cambiado de sección y ahora gestiona asuntos de seguridad marítima, supervisando protocolos antipiratería, antiterrorismo o antipolizones.

«O primeiro que nos din aos galegos cando entramos na Administración é que nos esquezamos de volver a Galicia por unha tempada, o cal é desalentador, pero cando leve cinco anos poderei pedir unha excedencia e, quen sabe, ao mellor por fin embarcarme. Ese soño sempre estará aí», cuenta la ceense. Un sueño que no viene por referencias familiares, ni mucho menos: «O amor que sinto pola Costa da Morte, por Galicia e polo océano vén de fábrica», bromea.

Otra cosa que le viene de fábrica es la inclinación por las letras. Premiada desde niña por sus textos, y recientemente merecedora del séptimo puesto en el certamen Territorio Vákner, de La Voz, publicó hace poco su primer libro, que presentó en diferentes puntos de la comarca.

Ainhoa Conde, durante la presentación que hizo de «Devotos do destino» en la Mostra do Encaixe
Ainhoa Conde, durante la presentación que hizo de «Devotos do destino» en la Mostra do Encaixe

Devotos do destino, una obra que cabalga entre la poesía y la narrativa, surgió de los textos que durante años fue publicando en su perfil de Instagram como acompañamiento a fotografías de atardeceres, fundamentalmente. Las imágenes pronto pasaron a ser «pre-textos» para escribir, bromea, y sus seguidores la animaron a darle forma física a esa creatividad incesante. «Escribo cando o necesito, cando as palabras bombardean a miña mente e necesitan saír. As letras sempre estiveron presentes na miña vida e dende pequena a miña nai sempre me animou», cuenta la joven, que, como curiosidad, añade que cuando era apenas una niña disfrutaba especialmente leyendo el diccionario de gallego.