El último reducto ballenero de Europa

Xosé Ameixeiras
X. Ameixeiras CARBALLO/ LA VOZ

CEE

ANA GARCIA

Caneliñas (Cee) es el lugar idóneo para una buena sobredosis de paisaje de mar y granito. Allí yace el último reducto ballenero de Europa, el más grande y, pese a su estado ruinoso, el mejor conservado del continente.

21 sep 2024 . Actualizado a las 10:59 h.

Lo dice el catedrático de Biología Animal de la Universidad de Barcelona Álex Aguilar. Ya fue en sí misma la factoría de más largo recorrido de Europa. Está en Ameixenda (Cee), una parroquia cargada de encantos. Ni siquiera es necesario ver su castillo ni su iglesia para asombrarse de la monumentalidad de sus parajes y las historias de sus rincones. Uno de ellos es el espacio ocupado por la vieja ballenera de Caneliñas, una industria de tiempos pasados que evocan la épica de antiguos aventureros del mar.

Bajar hasta ese lugar es sumergirse en un universo de belleza natural, con la majestuosa mole de O Pindo, que con su melena de nubes reposa a la izquierda. Fisterra, el confín del mundo, duerme a la derecha esperando a los peregrinos. Y en plena ría están las Illas Lobeiras, la grande y la chica, y los Carrumeiros. Hay días que el mar está planchado. Y es bello. Otras veces se riza y las islas aparecen adornadas con collares blancos, y no lo es menos.

El monte de Caneliñas dibuja formas graníticas que pueden robar la mirada durante horas. Los bloques de piedra dibujan formas antropomórficas y zoomórficas que miran hacia el mar con curiosidad. En la punta Galera yacen recuerdos de naufragios como el del Frihav, en 1998. Y la vieja ballenera, que empezó siendo una fábrica de salazón, de la que se conservan las paredes, y derivó su actividad hacia la caza y el despiece de cetáceos. En los años 20 del siglo pasado, la compró una empresa noruega, aunque por razones legales llevaba el nombre de Compañía Ballenera Española. De aquellos momentos se mantiene el arranque de la rampa por la que arrastraban los grandes mamíferos. Queda la vieja caseta del encargado de la maquilla necesaria para el manejo de las piezas. Las calderas desaparecieron. Sigue a la vista el muelle construido para la carga de los barcos que transportaban el aceite y demás productos que se obtenían en la factoría. Permanece, asimismo, el inmueble en el que se acumulaba la pólvora para el cañón con el que disparaba el arpón mortal que daba caza a los grandes presas marinas.

La central estaba en la ciudad noruega de Tonsber. Lo que se generaba en Caneliñas iba para el país de la empresa, Inglaterra, el norte de Europa, Holanda y otros. También se mantiene en pie, pero sin tejado, el inmueble en el que se almacenaba el guano, un género procedente de la calcinación y trituración de carne y huesos convertidos en fertilizantes y comida para animales.

En los años 30, una empresa española se hizo cargo de las instalaciones. En los 40 viene otra empresa noruega y adquiere el complejo, Industria Ballenera S. A. (IBSA), que mantuvo la actividad y amplió las instalaciones con nuevas naves. Tuvo que hacer frente a numerosas trabas, como el bloqueo internacional al régimen franquista o la falta de divisas. Acabaron construyendo una gran rampa en plena playa. Aún ser conserva. La empresa cerró finalmente en 1985 por la moratoria internacional en la caza de cetáceos.

ANA GARCIA

Acaban de instalar en el área unos paneles en los que es posible informarse del pasado de una actividad que muchos vecinos del entorno aún no pudieron olvidar. Durante años cazaban y procesaban miles de ejemplares. Se estima que unos 600 entre abril y noviembre en un solo año. Desde este rincón de la Costa da Morte se lanzaban a cazar mamíferos hasta unas 70 millas al noroeste de Fisterra. Desde alta mar arrastraban los enormes mamíferos hasta Caneliñas.

La instalaciones de la factoría están abandonadas, pero da una idea de la dimensión de una industria muerta en el tiempo. Ahora quieren convertirlas en un área de acampada y una posible escuela de vela, manteniendo a salvo, eso sí, los rasgos del pasado de la fábrica ballenera.