Hoy se cumplen 8 decenios de la muerte del político y empresario nacido en Corcubión
02 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.«Pido que perdonéis a todos, y que siempre creáis que los delitos que me han imputado no fueron verdad, y que muero inocente. 31-10-1936». Pepe Miñones (fragmento de un escrito titulado, «Recuerdos de última hora»).
Hoy viernes, 2 de diciembre, es un día para enfrentarse de nuevo a la memoria, porque se cumplen 80 años de una maldad y de una tragedia. Y, lo que es más notable, que aún sigue escuchándose su eco. Durante su juventud, Pepe Miñones fue un referente social en Corcubión y alma máter del Liceo de Artesanos, además de corresponsal de varios periódicos provinciales y de la capital del Reino, fundando a los 20 años una revista quincenal llamada Nerio. A los 24 fundó también en A Coruña los semanarios Región Gallega y Finis terre. A los 28 años se trasladó a Úbeda-Jaen con el objetivo de ponerse al frente de una empresa que había creado en 1927 junto con varios bancos nacionales, un consorcio para la construcción de vías de ferrocarril, y fue él quien desempeñó el cargo de director general, una empresa que llegó a ser la más importante de España en el sector de su actividad. En su estancia en Úbeda fundó varias fábricas harineras, también de jabón y de refinado de aceite, así como una empresa de producción y distribución eléctrica, La Hidroeléctrica de La Loma, S.A., y compró y reflotó un periódico llamado La Provincia, convirtiéndolo en el rotativo de más tirada de la provincia jienense.
A los 30 años desempeñaba el cargo de consejero en siete grandes empresas con sedes en las principales ciudades españolas. En 1932 creó en A Coruña la hidroeléctrica Electra Popular Coruñesa, propietaria de un salto en el río Lambre y con una opción de compra de los lignitos de As Pontes de García Rodríguez que después de su muerte explotó Endesa. Entre los proyectos que tenía la Electra Popular Coruñesa estaba construir un tendido eléctrico desde A Coruña hasta Carballo, para más tarde llevarlo a toda A Costa da Morte.
En 1935 Miñones fue nombrado consejero director de la Compañía Ibero-Argentina de Construcciones y Subterráneos, la empresa promotora del metro de Buenos Aires, del que asimismo era accionista importante. E, igualmente, creó la primera empresa española en fabricar mapas en relieve, o la más importante carrocera de autocares de la época. En 1936 estaba trabajando en la creación de una empresa que tenía como objetivo urbanizar la zona de Riazor y lo que hoy es Ciudad Jardín, en A Coruña. Y varios proyectos más a largo plazo, porque sabía lo que quería y tenía los recursos y capacidades para llevarlos a cabo.
Fueron importantes sus campañas periodísticas en defensa de los ferrocarriles gallegos, reclamando una y otra vez el denominado tren de las tres ces: Coruña-Carballo-Corcubión. Defendió también los encajes de Camariñas y la conversión de la fortaleza del Príncipe de Ameixenda en un asilo de ancianos retornados de la emigración. Igualmente la construcción de los puertos pesqueros de Fisterra y de Muxía y mejoras para los puertos comerciales de Corcubión y Camariñas; luchó por las repoblaciones forestales de nuestros montes y por la construcción del puente sobre el río Xallas en la desembocadura de O Ézaro, así como el relleno de la Seca de Cee... En definitiva, que reclamó constantemente numerosas mejoras para una Galicia y una Costa da Morte marginada y olvidada por los poderes políticos y económicos en aquel entonces, y también ahora.
Después de reflejar este amasijo y ensalada de datos, además de sus reivindicaciones Pepe Miñones supo llevar la antigua economía que heredó de su padre a las formas más evolucionadas del momento con una gran visión de futuro. Saltó de la salazón a los transportes o a la energía, sectores que fueron reveladores de estos cambios. Una visión empresarial, la de Pepe Miñones realmente notable y avanzada, paralela a la que se desarrollaba en los países de nuestro entorno europeo. Por eso, porque era inteligente y muy dotado intelectualmente, trabajador y emprendedor, y porque su lucha en el campo periodístico, empresarial y político fue a favor de los más necesitados, no es de extrañar que le surgiesen muchos enemigos, rencores y envidias. Los más temibles, alejados de sus ideales de progreso y justicia, vivían cerca de su casa, en Corcubión.
Después de cuatro meses encarcelado, a partir del 30 de julio de 1936, en la Prisión Provincial de A Coruña, en medio de un proceso esperpéntico que fue sobreseído en tres ocasiones y reabierto otras tantas, la última a causa del informe de un teniente de la Guardia Civil lleno de un odio irracional, y de las falsas declaraciones de personajes vecinos de Corcubión, Cee y Muxía propuestos por el teniente, le llevaron a un final dramático y radicalmente arbitrario e injusto: a su fusilamiento el día 2 de diciembre de 1936 cuando tenía 36 años de edad, lo que fue la consumación de toda una terrible historia de maldad.
«Después de ser fusilado, todos los reclusos reconocían que, como diputado, como hombre de negocios, como católico y como persona era un hombre de bien, honesto y leal».., dijo del corcubionés Silvio Santiago en su histórico relato biográfico titulado, O silencio redimido. Y, así fue: un hombre de bien, que fue asesinado.