Un corcubionés al que la lucha en el FRAP lo llevó a la muerte

Luis Lamela garcía

CORCUBIÓN

Cedida

Fue detenido en agosto de 1975

22 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Durante la dictadura hubo muchos españoles que lucharon contra ella. Unos con las armas -la guerrilla, los hombres del monte-, y otros apoyándoles clandestinamente alrededor del Partido Comunista. Más tarde, siguieron combatiendo las organizaciones de resistencia antifascista, frecuentemente desmanteladas por las fuerzas del orden público. Los detenidos por la policía, los eternos perdedores, sufrían interrogatorios, prisión o muerte, aunque otros españoles, sabia nueva, cogían el testigo implicándose en la lucha. Y así fue hasta la muerte de Francisco Franco, en noviembre de 1975.

Uno de ellos fue un corcubionés, emigrado muy joven con su familia a Barcelona. Años más tarde fue detenido en su pueblo de origen, delante de sus antiguos vecinos. Su padre, al que conocí y traté, fue cartero muchos años Corcubión y padre de familia numerosa. Era Héctor Pazos Pomiano y a mediados de los años sesenta decidió emigrar a la ciudad condal. Consideró que, con ocho hijos, la mayoría mujeres -y allí llegaron dos hijos más-, la ciudad catalana ofrecería oportunidades para ellos. Y allá se fueron.

Amén de las oportunidades de trabajo que intuía el padre, también existían para involucrarse en la lucha contra la dictadura. En los últimos años del franquismo hubo innumerables grupos antifascistas subversivos por todo el territorio que luchaban para que la democracia regresase a España. Unos más violentos que otros. Por ejemplo, las Juventudes Revolucionarias, del Partido Obrero Revolucionario de España (PORE), de matiz trotskista; el Partido del Trabajo de España; el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico), de línea marxista-leninista; grupos anarquistas como el Movimiento Libertario Español (MLE) que publicaba, Tierra y Libertad, Tribuna Literaria o Solidaridad Obrera; el Movimiento Comunista de España (MCE); la UPG en Galicia (Unión do Pobo Galego); o la ETA...

Uno de los ocho hijos del cartero de Corcubión, Jaime Pazos Recamán, tenía entre 13 y 14 años cuando llegó a Barcelona, un nuevo mundo en el que terminó la adolescencia. Y pronto entró a trabajar de cartero en Correos, como su padre, y a codearse y desenvolverse en ambientes sindicales y de izquierdas, consciente de su posición en la escala de los desfavorecidos. Y, Jaime, con 23 años, contrario al statu quo de la dictadura franquista, se encuadró orgánicamente en el PCE y se convirtió en responsable de agitación y propaganda del OSO (Oposición Sindical Obrera), adscrito al FRAP en su ciudad de residencia.

Y aunque en 1975 llevaba dos años militando, no había participado en acciones armadas, aunque ocultaba en el domicilio de su padre una impresora y alguna que otra propaganda ilegal de la organización sindical. En julio de 1975, y a raíz de un ataque efectuado a la Comisaría de Policía de Coliblanch, en Barcelona fueron detenidas 17 personas, y desarticulado un comando. En agosto de 1975 hubo otra redada en la ciudad, fechas en las que Jaime contrajo matrimonio -el 3 de agosto- y viajó en su automóvil en luna de miel con su esposa a Corcubión. Se alojó en el Motel El Hórreo.

El jueves, 14 de agosto, Jaime Pazos Recamán, Santi, fue invitado a comer a casa de su tía Canita, hermana de su padre. Y esa misma mañana había por las calles de Corcubión un discreto despliegue de la Guardia Civil, en su mayoría de paisano, y de la brigada político social. Sobre las tres y cuarto de la tarde acordonaron la casa, en el mismo centro de la villa, y lo detuvieron sin resistencia alguna. Sacaron a Jaime esposado, en tanto su esposa, Trini Santos Paz, quedaba desolada y desconcertada. Trasladado a Coruña, los interrogatorios duraron ocho días, en los que lo torturaron sin que un solo centímetro de su cuerpo quedase sin ser golpeado.

Antecedentes policiales

La prensa informó de que Jaime había huido de Barcelona. Hicieron constar como antecedentes policiales: «De veinticuatro años, está encuadrado orgánicamente en el PCE y es asimismo responsable de agitación y propaganda del OSO y FRAP...». Lo acusaron de diversas acciones subversivas (pintadas, siembras de propaganda, colocación de pancartas, lanzamiento de cócteles molotov), de integrar un comando armado, poseer material y de participar, junto con varios compañeros, de los atracos a la imprenta Multicop, en la calle Villarroel, 29, de donde llevaron dos multicopistas 99, clisés y una grabadora electrónica; y a la sucursal de Correos de la calle Jaime Huguet, 8, en la que consiguieron un botín de 140.000 pesetas. También en la oficina del Ministerio de Información y Turismo, entre las calles avenida del Generalísimo-Aragón, en donde se apoderaron de 150.000 pesetas, e incendiaron el local, causando grandes desperfectos, actos en los que Jaime siempre negó su participación.

Detenido en Corcubión, Jaime vivió el terror. Fue interrogado y torturado y su paso por las cárceles dieron un giro radical a su vida. En lo referente a su salud, y en lo social, aislado del mundo, prisionero. Pero el dictador acabó muriéndose en la cama el 20 de noviembre de 1975 y eso supuso un soplo de esperanza para los que en las cárceles sufrían terror y pena. Salió de prisión el 17 de julio de 1976 con la primera amnistía decretada, pero como un juguete roto. Después de pasar por las manos de la brigada político social acabó perdiendo parte de la vista, los nervios destrozados, algunas obsesiones, secuelas serias en los riñones y en otros órganos que hicieron difícil rehacer su vida. Su pasado antifranquista tampoco le ayudó mucho en democracia. Al contrario, le marcó para siempre, y no para bien. Había salido al mundo que podía ser, pero no fue. No volvió a participar en política; no fue admitido en Correos y al final trabajó de mozo de almacén, aunque pronto pasó a pensionista de larga enfermedad al verse obligado a iniciar sesiones de diálisis. Una consecuencia de las torturas.

Años después de su detención, y pocos antes de fallecer, Jaime y su esposa viajaron a Corcubión. Se hospedaron en casa de su abuela materna, de los Recamán, y en todo momento recibieron exquisito trato por parte de su tía Canita y demás familiares. Un día sí y otro no, viajaba a Coruña, o a Santiago, para las sesiones de diálisis. Jaime Pazos Recamán falleció en Barcelona a los 42 años, en 1995, al fallarle los riñones y el corazón, resultado de unas torturas que le obligaron a varias intervenciones quirúrgicas. Dejó mujer -que hoy en día asegura que fue un esposo y padre modélico- y tres hijos, una viuda que repite una y otra vez el nombre del comisario que torturó a su marido.

Memoria e Historia. Jaime Pazos Recamán, Santi, descendiente de los Pazos y de los Recamán, familias muy respetadas y honorables de Corcubión, conservadoras y con profundas y antiguas raíces, fue una víctima más de la dictadura y de la represión franquista. Un personaje trágico que luchó en tiempos difíciles por la libertad y la democracia. Con errores o sin ellos. Además, era familiar de la maestra Mercedes Romero Abella, paseada por los franquistas en el otoño de 1936 en el puente de La Castellana una vez fusilado su marido.

Al final, me queda una pregunta: Jaime Pazos, ¿fue héroe o villano? Yo, sin duda, tengo mi respuesta. Y sé que es uno de esos individuos que sufrió y perdió, luchando. Un corcubionés que conocí.