Las huellas de la religión | Siempre estuvo vinculada al convento de A Coruña
20 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Una de las órdenes religiosas que más se granjeó la estima popular fue la Orden Franciscana, aunque su presencia en la zona derivase de las dos ciudades más próximas donde tenían casa: en Santiago y en A Coruña. El principal argumento de este aprecio del pueblo hacia los franciscanos se halla en la propia muerte de los bergantiñáns de la Edad Moderna y parte de la Contemporánea, ya que la principal mortaja que prefieren a la hora de sepultarse es el hábito de san Francisco. Este santo fue tomado como un auxiliador de las almas del purgatorio, tal y como se representa en el retablo del mismo nombre de la iglesia de Sofán, donde tenían lugar los cultos de la cofradía de Ánimas.
El sayal-mortaja franciscano debía de ser únicamente bendecido y adquirido en los conventos de la Orden, ya que muchos párrocos intentaron quitarle este mérito; de este modo, en los libros de cuentas conventuales, será común encontrar registrada la cifra alcanzada por la venta de estos hábitos. Ya desde la Edad Media, la Orden Franciscana se vinculaba, por un lado, a lo funerario, recibiendo de los fieles un buen número de estipendios para la aplicación de Misas, y por otro, los franciscanos se relacionaron estrechamente con la devoción a la Pasión de Cristo, como custodios que eran y son de Tierra Santa. Por eso, en la normativa de la época, cualquier Vía Crucis erigido en una parroquia debía de ser bendecido por algún padre de la Orden.
Acudían a las feligresías a predicar novenas, funciones religiosas, misiones populares o, por ejemplo, acompañamientos fúnebres, por anterior petición del ya finado. Sus santos también ganaron mucha estima entre los fieles, especialmente san Antonio, cuya representación es omnipresente en todas las iglesias.
En cuanto a la zona de Bergantiños, esta siempre estuvo vinculada al convento de A Coruña, de donde venían numerosos frailes a pedir limosnas y caridades. En el Archivo de la Provincia Franciscana de Santiago (fondo de fray Celestino Fraga, carpeta 86), nos encontramos cómo fueron enviados en 1821 a pedir a Traba fray Domingo Álvarez; a Caión, fray José Domínguez; a Montemaior, fray Manuel Mariño; a Sofán, fray José Vallejo y, a Malpica y a Pazos, fray Ramón Simón. Las caridades que le entregaban eran en especie: trigo, maíz y, el que tenía posibilidad, carne.
En 1826, por ejemplo, el cura de San Xusto, en Coristanco, envió 30 ferrados para sostenimiento del convento. Los lazos con el convento de A Coruña vienen ya de antiguo: en 1634 (fondo fray Celestino Fraga, carpeta 85/18), María de Mira, vecina de Santa Baia de Castro, esposa de Fernando Gorín, compareció el 23 de octubre de ese año ante Sebastián de Soto, escribano de Su Majestad y vecino de Xaviña, para establecer la limosna de un ferrado de trigo anual a perpetuidad al convento de san Francisco de A Coruña, pidiendo además un hábito para amortajarse, por una limosna de dos ducados. Con el paso del tiempo, como se ve en documentos anexos, este voto personal fue cayendo en el olvido, hasta que en 1812 se volvió a recuperar el documento para poner al día esta renta.
Orden Tercera
Sin embargo, la presencia franciscana en Bergantiños culminó con la fundación de la Orden Tercera, a la que se asociaban los seglares para participar de las mismas indulgencias y beneficios espirituales que la dos primeras Órdenes: los frailes franciscanos y las monjas clarisas. La entrada como terciario, hasta que se tomaba el hábito, venía precedida de unos años de formación, hasta que el candidato era idóneo.
La sede de la Orden Tercera en Bergantiños estaba en la iglesia de San Paio de Coristanco, en cuyo archivo se conservan los nombres de los miles de asociados a principios del siglo pasado. Destacaremos los conflictos acaecidos en 1920 entre los terciarios, cuyo secretario era el maestro José María Balboa García, y el párroco, Manuel Pose. Este se quejaba en una carta de que había pagado las tallas de los santos titulares de la Orden Tercera y de la Asociación Antoniana, también en la misma parroquia, y que todavía los asociados no le habían dado «incluso los donativos para satisfacer el coste de la imagen, para reembolsarme de 430 pesetas precio de las dos imágenes de san Antonio y san Francisco» (11 de diciembre de 1920). Ambas imágenes, la del santo de Padua y de Asís, fueron realizadas por Maximino Magariños; lo sabemos gracias a que firmó con la gubia su nombre en la parte posterior de san Francisco.
Decenios de deterioro
Esta imagen, que muestra al santo en actitud contemplativa, fue restaurada en 2013, después de estar varios decenios deteriorándose en el desván de la sacristía. La imagen de san Antonio fue a parar a la capilla de Centiña, para sustituir a otra más antigua, manteniéndose su culto con arraigo a día de hoy; es una imagen esbelta, donde el escultor presenta al santo en actitud caritativa, ofreciendo el pan a los pobres. Hay una imagen idéntica en San Cremenzo de Pazos, municipio de Zas.