Una Fisterra vista bajo la mirada de una peregrina que decidió instalarse aquí para descubrirnos sus colores
21 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Después de ver, contemplar y admirar las pinturas que cuelgan de las paredes de mi bar, me reafirmo en la idea de que Viktoria bien pudiera ser la reencarnación de un pájaro. Concretamente de un colibrí. No sé si pintará aleteando su pincel sesenta veces por segundo como hace ese pequeño pajarito cuando se mantiene perfectamente extático en su vuelo, pero lo que sí sé es que en su obra se pueden ver mucho más allá de los siete colores del arco iris tal como los puede ver este esforzado animalillo de revoleteo imposible.
Al igual que el colibrí en su búsqueda del néctar que atesoran las coloridas flores, Viky se afana en explorar los estigmas, pétalos y filamentos del lienzo hasta el punto de escudriñar, rastrear e indagar en lo verde, lo rojo y lo azul para conseguir esos tonos inventados que a veces se difuminan y otras se concentran pero que siempre sorprenden.
Mucho trabajo y mucha disciplina, pero también delicadeza, curiosidad, tanto por lo grande como por lo pequeño, y búsqueda constante, no solo del color sino también del trazo, del apunte, del boceto y de las utópicas e ideales perspectivas que a veces amanecen de rosa vintage o chicle de fresa y otras se difuminan en verdes de menta y primavera o en azules marinos o celestes nunca vistos.
Hay vida en cada uno de los cuadros, en sus retratos y autorretratos que fieles a su estilo se esconden detrás de lo blanco o de una hoja, con ojos que te miran o con ojos cerrados que parece que te hablaran, hay vida detrás de sus flores renovadas, de sus paisajes submarinos o inventados, de sus bosques escondidos, y de sus cielos atrevidos, por lo que toda su obra bien podría titularse Oda a la naturaleza, pero no, la exposición se llama Belsó Tenger que en húngaro, país de la pintora, significa Mar de dentro.
Es como si la autora quisiera hacer un guiño a la Praia de Mar de Fóra y como si desde dentro quisiera a través de su pintura descubrir y describir lo que hay afuera. Y sin duda todo lo que hay afuera no es ni más ni menos que Fisterra. Su mar, su cielo, su arena, su montaña y por supuesto sus colores, vistos con mirada caleidoscópica, o de como decía al principio de colibrí.
Una Fisterra vista bajo la mirada de una peregrina que decidió instalarse aquí para descubrirnos sus colores. Colores que se deshacen en luminosos amaneceres y apasionados ocasos y que durante todo este mes de agosto brillan en las paredes de A Galería para deleite y alegría de todos los que saben apreciar el arte.