Margarita Antelo Mouzo no precisó siquiera salir de Vimianzo para sentirse una extraña. «Na escola de Vimianzo aos que viñamos da aldea nin sequera nos daban a lección coma aos outros», recuerda.
Sus padres ya estaban en Suiza, aunque se volvieron al poco tiempo, y aunque le gustaba mucho aprender en casa no tenía quien le exigiese. «Vivía cos meus avós, queríalles moito e tamén había moita necesidade. Eles viñan de traballar e eu con 14 anos tíñalle a comida feita», rememoraba ayer para explicar lo dramática que fue su salida.
La vida le dio muchos reveses. El cáncer se llevó a su hermano a los 38 años y poco después su madre, a la que ahora lleva siete años cuidando en cama sufrió un ictus, con lo que Margarita tuvo que regresar. «Quería volver pero non con 47 anos e o meu home con 54, cando aquí lle era moi difícil atopar traballo», expuso la mujer para quien lo más duro también fue separarse de sus hijos. «Aínda que xa son homes para min seguían sendo rapaces e cando vou poñer a mesa algún día aínda saco pratos para eles», concluyó Margarita, que todavía se está readaptando y tiene «as galiñas, os coellos, os gatos, o can,...» y los cursos que realiza -participa en muchos- como «o mellor médico».