El trabajo publicado por científicos del MIT en el Club de Roma en marzo de 1972 situó el declive del modelo económico y social a partir del 2020
08 dic 2023 . Actualizado a las 17:51 h.En 1972 El Club de Roma, una institución privada formada por economistas, científicos y políticos de todo el planeta, encargó a un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) un informe que respondiera a la siguiente pregunta: ¿puede el crecimiento económico y material continuar indefinidamente en un planeta finito?.
El grupo de expertos liderados por la doctora y científica ambiental Donella Meadows presentó el informe titulado Los límites del crecimiento cuyos resultados estaban apoyados por un nuevo modelo matemático. El documento ofrecía varios escenarios sobre la evolución de la sociedad en función de una serie de variables como el crecimiento de la población, la contaminación y la disponibilidad de recursos. «Los llamados modelos sobre dinámica de sistemas describen de qué forma interactúan las variables agregadas o conjuntas, que son la suma de muchas. Se parte de un estado inicial, los años 70, y a partir de ahí se introducen diversas situaciones que dan como resultado diferentes futuros», explica Antonio Turiel, físico, investigador del CSIC y experto en recursos energéticos.
Uno de los escenarios que se contempló tomaba como referencia el modelo business as usual o «todo sigue igual». Se daba por hecho que la población crecería con la misma intensidad con la que consume recursos y deteriora el medio ambiente. Sobre este escenario, el texto menciona literalmente que «si la industrialización, la producción de alimentos y el agotamiento de los recursos mantienen las tendencias actuales se alcanzará los límites en cien años».
«La publicación del informe tuvo un gran impacto y recibió críticas muy duras por parte de la comunidad científica, pero sobre todo del ámbito económico ya que ponía en cuestión el paradigma del capitalismo, que no es otro que el crecimiento ilimitado. Hubo una campaña muy potente para desprestigiar los resultados con la clara intención de no hacer ningún cambio», apunta Turiel.
En las décadas posteriores la explotación de nuevos yacimientos de petróleo y la aparición de nuevos recursos lograron enmascarar el problema de raíz. El futuro parecía quitarle la razón a los agoreros. «Lo que la gente nunca ha entendido es que el modelo también tuvo en cuenta que se producirían progresos en cada una de las variables», sostiene el investigador.
La predicción incluye una especie de momento de inflexión, un punto en el que las líneas de las diferentes variables se cruzan. El modelo matemático de los 70 pronosticó que se produciría un declive del modelo social y económico a partir del 2020. «Tal y como apuntaba el informe hace medio siglo las cosas empiezan ahora a ir muy mal. Por desgracia todas las revisiones que se han realizado del trabajo desde su publicación en 1972 reconocen que hemos llegado hasta aquí por medio del peor de los escenarios. En estos momentos nos estamos topando con las contradicciones del sistema», reconoce.
La segunda década del siglo XXI ha comenzado con una pandemia global y continúa con una guerra que está produciendo un encarecimiento de la vida y amenaza con generar un grave problema de abastecimiento de productos básicos. La realidad parece estar reproduciendo la dinámica que conduce al desastre que predijo el informe. «Un colapso no se produce de un día para otro, es un proceso que puede durar décadas, pero todo lo que está pasando nos lleva al escenario que pronosticó el Club de Roma hace justo medio siglo. Quizás la pandemia no entraba en los planes, aunque es una consecuencia más porque estamos chocando contra los límites biofísicos del planeta. La historia nos enseña que un colapso se produce por un daño autoinfligido por las sociedades, por cabezonería. En nuestro caso el culpable es la idea del crecimiento infinito», sostiene.
Además, la crisis sanitaria del covid-19 y el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia introducen nuevos elementos que provocan que las matemáticas pierdan predictibilidad. Es decir, ahora mismo resulta difícil saber qué más puede ocurrir. «Creo que esta guerra forma parte de una lucha por los recursos. Y ha llegado para quedarse. Muchos países están anunciando ya un aumento en el gasto militar. Nos estamos preparando para un futuro en el que seremos agresores de otros países para tratar de conseguir sus recursos», concluye Turiel.
El historiador israelí Yuval Harari, autor de Sapiens, advirtió hace unos días a propósito de la situación actual sobre el riesgo que conllevaría que la comunidad internacional priorice ahora el gasto en defensa. Esta nueva estrategia belicista podría ser la estocada final a la crisis climática, el único problema real con dimensiones existenciales. Ayer mismo, el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, afirmó que las medidas a corto plazo que tomen las grandes economías para satisfacer la escasez con las opciones disponibles suponen el riesgo de crear una dependencia de los combustibles fósiles a largo plazo, cerrando la posibilidad de limitar el aumento de las temperaturas globales a 1,5 grados para fin de siglo con respecto a los niveles preindustriales. «Estamos avanzando como sonámbulos hacia la catástrofe climática», aseguró.