HERCULÍNEAS | O |

17 dic 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

COMIENZA la Navidad, que, como las películas del Oeste, es una de esas cosas que uno todavía ama porque las quiso una vez en la infancia. Y suena Lou Reed en la radio de un taxi que pasa calle abajo. Reed, que canta las historias de Edgar Allan Poe, no exactamente el vecino de al lado, dice. Y en el escaparate de una tienda del barrio parpadea un abeto de plástico con sus bombillas minuciosamente falsas. Lou Reed canta una de sus canciones hermosas y graves, como la prosa del libro de Paul Auster que me llevo de la biblioteca de Monte Alto, como cuando a Auster le da por escribir bien y hace que lo más difícil aparente sencillo. Como los grandes matemáticos, que no sólo buscan soluciones a los problemas, sino soluciones simples porque son más bellas y definitivas, o los mejores futbolistas, que pintan regates sobre la hierba como si nada, vagos y remolones, como si la cosa no fuera con ellos. Es Navidad y A Coruña parece hoy un óleo de Luis Seoane, que también hacía fácil lo difícil, que era capaz de resumir en cuatro trazos sobre el lienzo esta ciudad barroca. Es Navidad y un gato ocioso se rasca la tripa al sol de diciembre en la esquina de Vereda del Polvorín, una calle con nombre de película del Oeste, como allá en la infancia, cuando la Navidad todavía era la Navidad. luis.pousa@lavoz.es