Manuel Blanco Romasanta, un buhonero que se hacía pasar por licántropo, protagonizó un famoso juicio en la ciudad
09 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.La historia la hizo famosa el cine, con una magnífica interpretación de José Luis López Vázquez, aunque antes ya se habían referido a ella Vicente Risco, en su discurso de ingreso en la Real Academia Gallega en 1929, y Carlos Martínez-Barbeito en su novela El bosque de Ancines , que llegó a la fase final del Premio Nadal en 1944. Se trata de la causa seguida contra Manuel Blanco Romasanta, el buhonero que actuaba como si fuese un hombre lobo, condenado a muerte por el juzgado de Allariz en 1853 y que fue remitida posteriormente para consulta a la Audiencia Territorial de A Coruña, sita en el Palacio de Capitanía General, y que hoy se guarda en el Archivo del Reino de Galicia en el jardín de San Carlos coruñés.
Romasanta había nacido en Santa Baia de Esgos, a dos leguas y media de Ourense y a tres de Allariz. Medía 1,65 metros y tenía las piernas cortas, la cara ancha, los pómulos salientes, la barba crecida y el pelo negro sobre cabeza semicalva, además de varias cicatrices. Era culpable de nueve asesinatos, ejecutados con alevosía y premeditación, en despoblado y con abuso de confianza.
Defensor
El acto de la vista tuvo lugar del 11 al 14 de junio del mismo año 1853 en A Coruña. Actuó de abogado defensor de Romasanta Manuel Rúa Figueroa, quien señaló que la confesión del reo no probaba los hechos, pues faltaban los cuerpos del delito, ya que los huesos y demás restos humanos encontrados podían no corresponder a las víctimas del acusado. El fiscal, por el contrario, afirmó que la confesión de Romasanta y la desaparición de las nueve víctimas era suficiente.
Vista la causa por los señores de la Sala Tercera y pendiente de fallo, fue cuando entró en acción míster Philips. Era este un profesor de Electro-Biología, que estaba efectuando unos experimentos que transformaban a un hombre en un lobo furioso, es decir, «presentando los apetitos y la inclinaciones de esta fiera». Philips escribió una carta al ministro de Justicia afirmando que Romasanta estaba afectado de la licantropía y que era, por lo tanto, irresponsable de los supuestos crímenes que se le imputaban.
El fiscal, aun reconociendo las deducciones de Philips, no consideró decisivo su argumento para revocar la sentencia, pero el Tribunal, meses después, teniendo en cuenta que no podía asegurarse que los huesos encontrados en la sierra de San Mamed perteneciesen a algunas de las nueve personas desaparecidas, revocó dicha sentencia y condenó a Romasanta a la pena de cadena perpetua. El fiscal interpuso recurso de súplica, pidiendo confirmación de la de primera instancia.
La nueva vista se celebró el 23 de marzo de 1854 en A Coruña. El abogado defensor, dijo, entre otras cosas al tribunal: «No olviden ustedes que si sus señorías quieren salvar la inocencia, que es el primer deber de un ministerio, deben ser muy rigurosos con los acusadores y muy indulgentes con los acusados».
Pero el tribunal no tomó demasiado en cuenta las alegaciones presentadas por el letrado Rúa Figueroa y confirmó la sentencia pronunciada anteriormente por el juzgado de Allariz, condenando a muerte al supuesto hombre lobo.