Hasta seis delitos diferentes imputa la magistrada Pilar de Lara Cifuentes al subteniente de la Guardia Civil Julio Baquero, en relación con su presunta participación en la trama de los burdeles de Lugo. Este agente, detenido en su momento y puesto en libertad con diversas obligaciones, era el jefe del equipo de personas de la unidad orgánica de la Policía Judicial de la Comandancia de Lugo y, a la vez, jefe del cabo primero Armando Lorenzo, implicado también en la operación Carioca.
A Baquero le imputan cooperación en el ejercicio de la prostitución, contra los derechos de los extranjeros y de los trabajadores, cohecho, omisión del deber de perseguir delitos, descubrimientos y revelación de secretos y un delito contra la Administración de Justicia. El guardia, en su declaración, supuestamente negó las imputaciones.
Los testimonios obtenidos por la jueza y las múltiples conversaciones telefónicas revelan que este agente, supuestamente, no solo conocía lo que ocurría en los establecimientos de prostitución, sino que participaba en la trama y permitía que lo hiciera, a su vez, su subordinado Armando Lorenzo quien, por cierto, en los establecimientos se hacía pasar por el jefe (así lo atestiguaron muchas mujeres) y Baquero aparentaba ser su segundo.
De la investigación llevada a cabo se desprende que Baquero intervino en una actuación presuntamente irregular que llamó la atención a varios guardias civiles que tuvieron conocimiento de ella. Al parecer, intervino con Armando Lorenzo en el club La Colina, de Robra, para detener al encargado del club y al portero, pero no así al dueño, José Manuel García Adán. Algunos agentes se quedaron boquiabiertos ante este hecho.
En noviembre del 2008, una empleada del citado burdel denunció ante la Guardia Civil de Rábade agresiones, lesiones y amenazas por parte de los responsables del establecimiento. Fueron guardias de Rábade quienes realizaron las primeras diligencias. Sin embargo, pronto se incorporaron los imputados para asumir la investigación. Incluso pidieron a sus compañeros que no tomaran declaraciones a las mujeres, pues se encargarían ellos de hacerlo.
Los investigadores consideran que el subteniente y el cabo primero actuaron, presuntamente, en connivencia con Adán, dueño del club, y que influirían en el testimonio de algunas mujeres para que el asunto no trascendiese.