San Juan hizo arder la ciudad por los cuatros costados

I. P. / I.R. / A.M. / J.B. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Sardiñada de los hosteleros de la calle Barrera.
Sardiñada de los hosteleros de la calle Barrera. < / span>

Todos los barrios se entregaron a una fiesta en la que las sardinas se dieron la mano con el churrasco y el vino

24 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo del San Juan coruñés va por barrios. Pero a todos les une la misma fiesta. A la cabeza, las playas. Allí el ajetreo empezó temprano. En el Orzán se delimitaba el arenal y se agotó en cuestión de horas. Desde Twitter se decía: «Lo mejor de San Juan es cuando un quinceañero te saca las escrituras de su parcela de siete ferrados en la playa». Y tenía razón. Quien se pasase un metro, obtenía la respuesta de ese derecho adquirido por una ley carente de papel, pero afianzada en la costumbre.

Mientras tanto en los accesos guardias jurados vigilaban que no se accediese a la playa con maderas con puntas ni líquidos inflamables. Al caer la tarde llegó el cargamento de madera limpia que se repartió gratuitamente. Este hecho supuso que no se viesen las procesiones de transportistas de madera de otros años.

Tampoco fue a la perfección. Hubo traslados de palés a mano por todo Juan Flórez, alguna furgoneta hasta los topes de leña aparcando en el paseo marítimo con el visto bueno del 092 y el inevitable contenedor de basura que terminó en Riazor, a uno o dos kilómetros de su lugar original. Pero, en general, el descontrol de ocasionales transportistas madereros de otros años se rebajó notablemente.

El problema en la playa era la lluvia intermitente que regó la jornada. Muchos aguantaron en la arena, pero se produjeron momentos de overbooking en los soportales del Orzán. En medio del imprevisto del tiempo surgían dudas sobre cómo respondería la madera húmeda. Algunos acudieron a comprar pastillas de encendido de barbacoas extra para lo que pudiera pasar. Al final pasó: más de uno tuvo problemas para que prendiera su lumerada. Ello no impidió que la impaciencia aflorara y que más de uno la encendiera antes de tiempo.

De los Castros a Mesoiro

Pero lo dicho, la cosa aquí va por barrios, hay vida mucho más allá del Orzán y esa vida se reveló en toda su plenitud. Fue de nuevo un espectáculo único ver una ciudad ahumada, de Labañou a los Castros, de Mesoiro a Monte Alto. Todos entregados y frescos. Ya desde las cuatro de la tarde los vecinos buscaban parcelitas en las calles para montar las parrillas y las mesas. Los de los bares, los más avispados, ya habían recurrido al viejo truco de aparcar dos coches. Porque este tipo de cosas, la infraestructura, en San Juan, son tan importantes como la sardina.

La lluvia apareció a media tarde y cogió a los sanjuaneros con el trabajo a medio hacer. A las siete de la tarde, cuando empezó a caer el agua, todavía los jóvenes de los barrios carretaban madera para alimentar sus hogueras mientras los mayores ultimaban las parrillas. Era un espectáculo ver desde temprano siete grandes hogueras en la explanada frente al Ágora y un hormigueo de sanjuaneros alrededor poniendo un listón aquí o quitando un madero de allá. O en Vioño, donde un grupo de amigos prevenidos ya habían instalado unos toldos antes de que empezase a llover para proteger los 8.000 vatios de sonido de su discoteca al aire libre o de su restaurante, en el que degustaron a escote sardinas, churrasco, jurelos, pimientos, empanada... En Cuatro Caminos muchos se colocaron estratégicamente bajo el viaducto para resguardase de la llovizna que aparecía de manera intermitente.

Labañou, hoguera más grande

Es un espectáculo único ver a miles de personas disfrutando a fuego lento. Entregados y frescos. Como si no se hubiesen partido el lomo carretando maderos durante todo el día, levantando hogueras, asando sardinas, descorchando botellas, bebiéndolas... ¿Agotador? No, estimulante. Como la gigantesca hoguera de Labañou. Volvió a ser la más grande de A Coruña. A lo alto y a lo ancho. Más incluso que la falla de Riazor. Más modesta es la que levantaron los más pequeños en Adormideras. También presumen de altura, pero de altura gastronómica, porque los mayores apuraban a media tarde cientos de kilos de carne y pescado. Similares platos a los que se sirvieron en Novo Mesoiro. Mientras, en el Campo de Marte la oenegé Intermón Oxfam volvió a celebrar su tradicional sardiñada solidaria. Y el sardinismo seguía por todos los puntos de la urbe. En la plaza de San Pablo en pleno Ensanche, en la peatonal de Ángel Senra en los Mallos o en las zonas verdes de Lonzas.