El atasco de ayer fue, lo que se suele decir, una tormenta perfecta. Porque el primer aviso de retenciones aparecía en la pantalla de incidencias de la A-6 superada la última salida. Así que cuando uno recibía como un bofetón en la cara que había embotellamiento en el polígono de Sabón, ya estaba atrapado. A las once de la mañana, la cola de vehículos por poco alcanzaba ya la salida de la A-6. La primera precaución era, por supuesto, poner las luces de emergencia y así evitar otra colisión como la que colapsó la zona durante una hora y media. Aquí fueron los propios conductores los que procuraron ser precavidos e ir gestionando el temporal entre unos y otros, porque no había nadie para intentar reconducir la situación o indicar una ruta alternativa. Nada. Se había creado una auténtica ratonera. Y nadie intentaba deshacer el entuerto.
Así que una vez parado, la única solución era echarle paciencia y mano izquierda. Y consolarse pensando que quizá lo peor ya había pasado y en diez minutos uno estaría en su puesto de trabajo, o por lo menos habría alcanzado la rotonda, en obras casi de manera perpetua. O entregando la mercancía que ya llegaba tarde. Una hora tarde. Una hora perdida. Una hora menos de productividad.
Hubo quien aprovechó para enviar un par de correos electrónicos e intentar ir adelantando trabajo mientras el coche iba poco a poco consumiendo combustible sin avanzar un centímetro. Otros no tenían tanta suerte. El trabajo solo podían hacerlo al llegar a su puesto. Pero los cientos de conductores que allí estaban atrapados dieron una lección de civismo. Apenas nadie pitó durante los casi 30 minutos en los que la cola permaneció estancada y el optimismo inicial de los diez minutos iba dejando paso al miedo y al agobio de dos horas encarcelado en la carretera. Solo uno o dos tímidos toques de claxon y el sonido de la circulación en dirección contraria -que sí era fluida- rompían el silencio tenso del atasco. No se avanzaba. Pero algunos sí decidieron retroceder. El vaso de la paciencia se iba llenando y el atasco vaciando. Durante una hora, los que optaban por, literalmente, dar media vuelta no fueron ni uno ni dos. Fue un goteo constante. Incluso los que aparecían por la incorporación de la AG-55 después de haber abonado 55 céntimos decidían coger su enfado y estupor y tomar la dirección contraria al polígono de Sabón. Una hora y media. Una hora y media perdida. Sin explicaciones, sin alternativa. Sin un plan B de los responsables. Sin vergüenza.
en directo atrapados en el atasco