Cuando Barack Obama ganó las elecciones en Estados Unidos por primera vez, en medio de las dudas y las suspicacias de todos los poderes políticos y económicos y la euforia de los ciudadanos ilusionados con el primer presidente negro en USA y sus promesas de avances sociales, no dudó en echar mano de sus rivales más encarnizados en las duras primarias demócratas para construir lo que llamó «el equipo de los mejores». Así, enroló en su equipo a Hillary Clinton, John Kerry y muchos otros que, en primera instancia, se alinearon frente a sus postulados.
A miles de kilómetros, la empresa ganadora del concurso para gestionar la fábrica de armas los próximos años, Hércules de Armamento, tiene por delante el desafío de convertir la factoría coruñesa en el «corazón del I+D+i gallego», como acertadamente proclamó Juan José Gómez, uno de los motores del proyecto. En el camino se ha quedado la propuesta del grupo IFFE y ese es un lujo que no se puede permitir A Coruña. La iniciativa perdedora dispone de una cartera de clientes y de algunas ideas que, seguro, pueden encajar en el plan de negocio de HdA y aportar un retorno económico a quien, de buena fe, ha peleado por mantener vivo el último vestigio industrial de la ciudad coruñesa. La solución, que sería bien vista desde María Pita y desde la Xunta, se antoja como una alianza ideal para evitar la fuga de una sola hora de trabajo hacia otros destinos o, lo que es peor, a la pérdida de clientes. Si Obama pudo aliarse con sus antiguos adversarios, ¿por qué no en la fábrica de armas?