El vicepresidente de Monte Alto a 100 repasa la evolución de una zona que pasó de las vacas a no caber un alfiler
18 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Los de Monte Alto son de los de llevar la camiseta del barrio. De ese perfil de vecino orgulloso de lo suyo hasta el infinito. Solo un puñado de calles en la ciudad comparten el mismo amor de sus residentes hacia sus rincones, y Monte Alto es una de ellas.
De allí es Manuel Salinas Torreiro (1952), que nació en una casita ya desaparecida en lo que hoy es Coronel Calaza. «Teníamos delante la fábrica de gafas y detrás todo era monte», cuenta, y rememora que en el patio su madre criaba gallinas, como los había que todavía tenían vacas. ¿Fábricas en Monte Alto? Pues sí, como en otras muchas zonas de la ciudad. Y también el matadero y su secadero de olorosas pieles al lado, en las inmediaciones de la finca de los Mariño.
Su padre, recuerda, era percebeiro de los que depilaba de marisco los pies de la Torre, un lugar al que la chavalada iba de excursión. A los de esa profesión de la quinta de su progenitor los cita de memoria: «Jeneso, Lorito, Diego, Gelito, Justo, El Tuerto, El Mía, Milucho, el más joven, y Salinas, mi padre», dice.
«Esto es como una segunda casa, nos conocemos y estamos todos muy unidos», dice tratando de explicar la esencia y el carácter festeiro que se le atribuye a sus vecinos. «Y los jóvenes nuevos también están contagiados de esto», remata, constatando que el suyo es el barrio de moda en la ciudad y que los que llegan, se quieren quedar.
Salinas ya no vive allí, pero acude a diario, entre otras cosas porque allí está su comparsa, Monte Alto a 100, una de las míticas, de la que fue presidente cinco años y de la que ahora es vicepresidente. Las comparsas representan, en parte, la esencia del lugar. La suya la impulsaron un grupo de amigos que jugaban al fútbol en el Marte y que en 1996 se dieron a la fiesta y al humor. Él entró en 1998 y hasta hoy.
Los 35 o 36 que la conforman se reúnen con frecuencia para ensayar. Cuando Plácido Insua les entrega las letras se ponen a practicar, y esas citas en el local de la calle Arenal se completan después por los bares y tascas que allí abundan.
«Yo creo que Monte Alto ha evolucionado, no sé si para mejor o para peor, salvo por los coches, que antes jugábamos los niños en la calle y ahora no hay ni donde aparcar», relata frente a los contenedores de basura situados en la calle San José, allí donde varias placas se suceden recordando a célebres choqueiros. «A ver si el Ayuntamiento mueve estos contenedores, que hay gente que para aquí a hacer fotos y así no se puede», pide.
Las fronteras del barrio las pone por un lado en las calles Santo Tomás y Faro, por otro la avenida de Hércules y Ángel Rebollo, y finalmente Adelaida Muro y Matadero. Hoy los límites son más laxos y algunos incluyan ya la plaza de España, y es que el barrio creció, y mucho. «A vereda del Polvorín le llamábamos la calle de la Mierda, porque era de tierra y siempre estaba sucia», rememora. Entonces las pandillas corrían por el campo y jugaban al fútbol. Hoy las casas lo han llenado todo y los espacios libres no abundan.
Con todo, el espíritu del barrio se mantiene y las comparsas lo representan bien. «Con Franco estaba prohibido disfrazarse, pero aquí lo hacíamos igual y cuando venían los grises salíamos corriendo». Ese mismo afán de diversión lo mantienen intacto, y más después del empujón que le dio en su día a la fiesta el concejal Palau. Son las comparsas las que siguen organizando la fiesta y además, cuenta, están muy unidas, y no solo las del barrio. «Cítalas a todas», pide, y enumera: Os Maracos, Kilomberos, Pantaleón, Batuki y Amigos da Xoldra, además de la suya. Ese afán por llevarse bien y esa unión para la fiesta siguen siendo una parte importante de Monte Alto.
Este es mi barrio
Algo menos de mil euros de pensión y una edad media de 46 años entre sus 30.000 vecinos
Monte Alto es una zona relativamente joven, con muchos coruñeses y pocos extranjeros en comparación con otros barrios. Su eje podría ser la calle de la Torre y en las cuentas, basadas en las estadísticas del IGE, se incluyen también los vecinos de Atochas y Adormideras.
Población
La octava parte de la ciudad. El número de vecinos de sus calles a diciembre del 2015 era de 29.997, lo que representa el 12,3 % de la ciudad, es decir, la octava parte. En superficie el porcentaje sobre el término municipal es menor. Con dos kilómetros cuadrados aporta solo el 5,27 % del ayuntamiento.
Edad media
En la media. Entre los barrios más castizos de la ciudad Monte Alto es uno de los que tiene una población más joven. La edad media es de 46,4 años, ligeramente por debajo de las cifras del término municipal. Los menores de 20 años rozan el 15 % y los mayores de 64 superan por poco el 24 %.
Afiliación seg. social
Algo más de la mitad. El porcentaje de población en edad de trabajar -entre 16 y 64 años- en edad de trabajar se sitúa en el 51,7 %, en el 2015, algo más que en los dos ejercicios anteriores y algo más también que la media coruñesa.
Pensiones
La quinta parte, jubilados. Según el IGE, en Monte Alto hay 215,4 pensionistas por cada mil habitantes. Eso arroja una cifra total de 6.460 jubilados en todo el barrio, con una pensión media situada en 991,01 euros al mes. Menos pensionistas que la media coruñesa, y con unos ingresos algo más bajos.
Una zona urbanísticamente envejecida y casi sin espacios libres
Entre las ventajas de Monte Alto figura su ubicación, a dos pasos del centro y a otros dos de la Torre. Sus casas bajas y calles con sabor, apartadas del nuevo urbanismo homogeneizador -véase el campo de Marte- son otra virtud. Sin embargo, la zona también presenta problemas. Ha ido envejeciendo y no tiene muchos servicios, sus calles son estrechas, atestadas de coches -hay pocos garajes- y faltan zonas verdes que aligeren el conjunto, que tampoco está muy bien comunicado. Falta la reforma de la plaza del mercado y pronto verán como la Marola se hace peatonal.