El pleno formalizó ayer lo que el alcalde ya sabía. La mayoría absoluta (16 de 27 concejales) no confía en Ferreiro. Pero también sabe que las cosas no van a cambiar mucho para él, porque no habrá moción de censura. La consecuencia de haber perdido la cuestión de confianza es que quienes han votado en su contra tienen un mes para presentar un candidato alternativo. El PSOE ya ha dejado claro, de forma más o menos explícita, que no entrará en ese jardín. En el fondo, el PP queda liberado también de verse en el trance, por el que solo pasaría con comodidad en el improbable supuesto de que los socialistas diesen su apoyo incondicional, como hicieron en su día con Ferreiro, y si ya tuviese despejadas las dudas sobre su futuro cartel electoral.
¿De qué ha servido, entonces, la cuestión de confianza? En primer lugar, y una vez confirmado que no habrá censura, para que hacia mediados de marzo, el gobierno local disponga de presupuesto. ¿Manos libres para que la Marea gestione los recursos municipales como le venga en gana? En absoluto. La situación de minoría de la Marea (10 de 27 concejales) es ahora más patente: el PSOE se despojó de la carga que suponía el haber votado sin condiciones la investidura de Ferreiro, y le recordó al alcalde que los seis ediles socialistas siguen siendo necesarios para ganar votaciones. Y se intuye que a partir de ahora van a ser más caros sus votos, a la vista de cómo se han agriado las relaciones entre ambas formaciones. Sobre todo en la última negociación, frustrada por el intento de la Marea de aprovechar un momento de suma debilidad y división interna de los socialistas para obtener comparsas en lugar de socios.
Sin moción de censura -para muchos ciudadanos, la consecuencia lógica de la votación de ayer, si no fuera porque en este país el entendimiento del PP y PSOE sigue siendo un exotismo político incluso en situaciones de máxima necesidad- y con las posibilidades de pactos prácticamente dinamitadas -cuanto más cerca estén las elecciones y la lucha por conquistar espacios, más se distanciarán PSOE y la Marea, e incluso un BNG que ahora renueva la confianza a regañadientes-, ¿qué cabe esperar de la segunda mitad del mandato? Seguramente, más de lo mismo. Dificultades para ejecutar un presupuesto que llegará con retraso, aunque menos que el del año pasado, muchas dudas sobre la capacidad de consensuar los grandes asuntos que desatasquen la ciudad y un exasperante gasto de energías en lo accesorio. Los discursos y la música de fondo que llegó desde el graderío no invitan a pensar que la desconfianza de la mayoría absoluta vaya a traer cambios en el gobierno de minoría absoluta.