Trabajo, humildad, orden, talento e Hijo Adoptivo de la ciudad

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Arsenio Iglesias recibió el título en un acto muy emotivo y rodeado de todos los suyos

06 mar 2020 . Actualizado a las 23:50 h.

Arsenio Iglesias Pardo (Arteixo, 24 de diciembre de 1930) recibió este viernes el título de Hijo Adoptivo de la Ciudad. Y todos los que lo acompañaron en el salón de plenos del palacio municipal lloraron de emoción. Imposible no hacerlo. Por las palabras cariñosas de su nieta mayor, Ana Iglesias; por el apasionado discurso de su nieto más joven, Pedro Iglesias, y por el solemne agradecimiento que le transmitió al zorro de Arteixo la alcaldesa, Inés Rey, quien le recordó que «somos os coruñeses os que nos sentimos fillos adoptivos de ti».

Cuando Arsenio entró en el salón de plenos junto a su familia ya se presentía que en el acto habría muchas lágrimas. Dos minutos y medio de aplausos. Allí estaban leyendas del fútbol, como Amancio Amaro, Manolete o Donato, entre otros. Miembros también del actual consejo del Deportivo y su entrenador, Fernando Vázquez. Y todas aquellas personas que han compartido su vida con un ser humano que «tras cada lección de fútbol nos regalaba una lección de vida», como dijo Inés Rey.

Arsenio no pudo hablar. Hablaron dos de sus nietos por él, por toda la ciudad y el mundo entero.

Ana Iglesias reconoció que su abuelo «pertenece a otras tres familias mucho más grandes. Desde que nació en 1930 pertenece a la gran familia de Arteixo, que lo nombró hijo predilecto hace unos años. Desde 1951 forma parte de la gran familia deportivista. Y desde esas mismas fechas pertenece a la gran familia coruñesa; pero ahora, gracias a este reconocimiento, sabemos que en esta gran familia no le corresponde el papel de “Hijo Predilecto”, el de “abuelo” o el de “entrenador”, sino el de “Hijo Adoptivo”. Los otros papeles los bordó, así que no se preocupen: seguro que también sabe hacer bien el papel de “Hijo Adoptivo”».

Entrenó a un equipo, añadió, «cuyo entrenador, mi abuelo, resumía su pócima mágica con solo cuatro palabras: Trabajo, humildad, orden y talento. Son sin duda cuatro coordenadas para guiarse por la vida sin perder el Norte. Me quedo con esa enseñanza. Con esta lección de fútbol. Y, por supuesto, con todas las lecciones de humanidad y educación que nuestro abuelo ha dado en familia».

Fue un discurso interrumpido por los aplausos. Como los que interrumpieron a su nieto Pedro, quien empezó así: «Ya sé que todos estáis esperando que hable el abuelo. Pero hoy el abuelo no va a hablar porque está muy exigido».

 «El abuelo»

Recordó que la primera vez que lo llevaron a Riazor preguntó dónde se ponía el entrenador. «Los mayores se rieron mucho con mi pregunta, porque me dijeron que era una pregunta rara para un niño. Pero yo no lo veía raro porque quería saber cuál era el sitio dónde trabajaba el abuelo».

La segunda vez que fue al campo, «el abuelo saltó al césped y saludó desde el centro del campo. Echaron un vídeo donde salía muchas veces. Primero era muy joven y después ya era como ahora. La gente que estaba cerca de donde estaba yo empezó a llorar al ver aquellas imágenes. Al final del vídeo levantaba una copa y después lo metían vestido en una ducha. A mí eso de la ducha me pareció muy divertido. Pero justo en ese momento la gente lloró aún más. Yo era pequeño, no entendía nada y tuve que preguntar qué pasaba. Me dijeron que todo el mundo estaba llorando porque el abuelo les había hecho muy feliz. A mí eso también me hizo muy feliz».