
Lo ha demostrado esta pandemia, somos capaces de lo mejor y de lo peor
23 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.De un solo brinco saltó la cinta que impedía el acceso a la playa. Era un chaval joven, de unos 20 años y con una prepotencia a la altura de su irresponsabilidad y de su egoísmo. «Me resbala que venga la policía», proclamó con un gesto de desprecio para subrayar su actitud renuente y dejar constancia de que las críticas y las miradas fulminantes que recibiría mientras seguía su camino le daban exactamente igual. En una mano, la mochila; en la otra, la toalla. Todos lo siguieron con la mirada hasta que un recodo del sendero se tragó su silueta.
Frente al precinto que había colocado la Policía Municipal de Oleiros para anular la bajada a la cala de As Margaridas (entre Santa Cruz y Mera) había otros cinco jóvenes que también pretendían pisar la arena. No hubo críticas en voz alta para el joven arrogante, pero todos ellos debieron de pensar algo parecido. Con la decepción flotando en el ambiente, los cinco se dispersaron para emprender el camino de regreso, asumiendo la frustración como han hecho la gran mayoría de los coruñeses que sí cumplen las normas.
¿Pero qué sucede con la minoría restante? Alguien podrá pensar que el caso del joven que se saltó el precinto de As Margaridas es excepcional y que estaría solo en la pequeña cala. Error. En la playa había en aquel momento dos personas dándose un chapuzón, cuatro chicos jugando con un balón y tres más tomando el sol, uno de los cuales trataba de hinchar una balsa de goma, aunque finalmente desistió de su intento.
Lo ha demostrado esta pandemia, somos capaces de lo mejor y de lo peor: actitudes maravillosas, de una solidaridad extrema, y comportamientos reprobables con los que incluso ponemos en riesgo de contagio a otras personas. Tan solo dos días después del episodio de As Margaridas, agentes de paisano de la Policía Nacional irrumpían en la playa de Riazor para identificar a varias personas que tomaban el sol. En muchos casos, además, fuera de la franja horaria que les correspondía.
En la playa había en aquel momento dos personas dándose un chapuzón, cuatro chicos jugando con un balón y tres más tomando el sol
Algunos -es cierto- lo hicieron por desconocimiento de una normativa cambiante y confusa, no por una mala actitud. Pero otros, no sabemos cuántos, se aferraron también al «me resbala que venga la policía» sin que les importasen demasiado las consecuencias.
La irresponsabilidad de los que ignoran lo que nos estamos jugando no es patrimonio exclusivo de los coruñeses. La policía de París tuvo que desalojar el miércoles la explanada de Los Inválidos, donde 5.000 personas se reunieron sobre el césped para charlar y tomarse una cerveza, haciendo saltar por los aires la distancia social y las normas de desconfinamiento. Y ya hemos visto el caos que se acaba de montar en los arenales de Barcelona. El lunes se podrá hacer playa en Coruña. Un buen momento para demostrar responsabilidad.