«Más que un bar, Casa Ponte es un trozo de la historia de A Coruña»

FErnando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

ANGEL MANSO

Jorge Otero, responsable de la popular taberna, que cumple 70 años mientras se adapta a la nueva realidad

25 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En un sector que no suele caracterizarse por la longevidad de los negocios, como es el hostelero, que una taberna llegue a los 70 años de actividad es sin duda algo que merece celebrarse. Es el caso de Casa Pote que, además, permanece inalterada en su aspecto desde su fundación. Al frente de este referente hostelero está desde el 2007 Jorge Otero, que ha conseguido que a su establecimiento acudan, más que clientes, feligreses que le han dejado un sinfín de anécdotas: «Una chica rompió aguas aquí, y a los dos días pasó a saludarme con el bebé, la muy campeona; tengo una pareja de clientes que tienen tatuadas las coordenadas de la ubicación del bar, porque es donde se conocieron; he celebrado una pedida de mano y hasta varios funerales a la irlandesa», cuenta el hostelero.

-¿Cuándo abrió Casa Ponte?

-Lo montó en 1950 Enrique Ponte Veiga, un central del Deportivo, miembro de una de las alineaciones más recordadas de la historia del club. Lo montó para sus padres, pero en 1964 se lo quedó su hermano Antonio, que lo tuvo durante más de 30 años. Después pasó por varias manos, hasta noviembre del 2007, que lo cogí yo, que por entonces tenía la Tribuna, en Pardo Bazán. A día de hoy todavía vienen sobrinas de los Ponte. Y me quedan 18 años de contrato, así que no creo que me saquen fácilmente de ahí.

-¿Cómo fueron los inicios?

-Llevaba unos siete años sin abrir al mediodía, era más una tasca de vinos de tarde. Así que me costó mucho que funcionase en esa franja horaria. Es que al final estamos como en un callejón, con un muro en frente... Pasamos desapercibidos. Pero poco a poco fue cogiendo fama. Y ahora se nos llena a la hora de comer.

-Fue uno de los impulsores de Pardo Bazán como epicentro hostelero.

-Casa Ponte es la decana de la zona, y no por mi, sino por toda la historia que tiene detrás. Afortunadamente hay muy buena relación entre los hosteleros de la zona. Ojalá tengan todos tanto éxito que, cuando no les quepa más gente, me la manden a mi local [ríe]. Nos ayudamos y nos asesoramos entre nosotros.

-¿Dónde está el secreto del éxito?

-Es una mezcla de buena calidad, amabilidad y atención, sin más. El buen trato es fundamental, y además es gratis. Puedes ir a un sitio que comas muy bien, que como falle el trato, no vuelves. Se trata de estar todos a gusto. A Casa Ponte se viene a pasarlo bien, si no, mejor no vengas.

-El local siempre tiene gente.

-La suerte es que tenemos una clientela que podríamos llamarla ocasionalmente habitual. Es raro que alguien venga todos los días, pero muchos pasan todas las semanas a tomar cañas o una vez al mes a cenar... Así no te quemas.

-Algo más darán, aparte del buen trato.

-Claro. Nunca nos han puesto una crítica negativa en las redes por la cocina. No somos Pablo Gallego o Bido, pero tenemos gran producto y muy bien elaborado.

-Asegura que es el bar sin reformar más antiguo de la ciudad.

-Que yo sepa, así es. No ha sufrido cambios drásticos ni remodelaciones. Desde que estoy yo no se ha tocado nada excepto la cocina, que pusimos una nueva. Y antes solo se cambió la zona del comedor, donde había unos barriles para el vino que se quitaron y se pusieron unas mesas, pero nada más. Estructuralmente no se tocó nada: el suelo sigue siendo el mismo, las puertas también, y la barra es la original de hace 70 años. Debería estar protegido por Patrimonio. Me dolería mucho que el día de mañana se convirtiese en cualquier cosa.

-¿Siempre tuvo claro que quería conservar ese sabor añejo?

-Fue al hablar con el que me traspasó el negocio cuando lo vi. Preguntándole por algunos objetos que había allí, me dijo: «eso es del bar, no mio». Ahí me di cuenta de la responsabilidad que estaba asumiendo, que tenía en mis manos, más que un bar, un trocito de la historia reciente de A Coruña.

«La gente está apostando por el comercio local y dejando la pasta en la ciudad»

La celebración del aniversario de Casa Ponte se vio truncada por el coronavirus: «Íbamos a hacer una fiesta grande en julio, con música en directo, cortando la calle... Pero claro, habrá que dejarlo para el año que viene o para dentro de cinco añitos», explica Otero.

—Pero todavía queda mucho para que acabe el año.

—Ya, pero este año no lo veo. Aunque dijesen que en julio se puede hacer ya de todo, no lo haría. No me apetece hacer un fiesta cuando ha muerto tanta gente, cuando tengo clientes y vecinos a los que esto les ha tocado de cerca. No me parece buena idea.

—¿Cómo ha llevado el confinamiento y el cierre del local?

—Pues teniendo en cuenta que lo máximo que me he cogido de vacaciones en mi vida fueron diez días para el viaje de novios, imagínate cómo llevé esto. Al principio incluso pensé que me serviría para descansar. Pero después me subía por las paredes. Por suerte no hubo ningún problema en mi familia, mis hijos se portaron como campeones y mi mujer ejerció de súper mamá. Así que, como todos los hosteleros, me imagino, me pasé todo el confinamiento pensando en cómo sería la vuelta, cómo salir de esta.

—¿Y qué tal la vuelta a la actividad?

—Estamos siendo muy escrupulosos. Tenemos una separación de mesas en el exterior superior a la que impone el gobierno. Si alguien se contagia, que no sea en mi casa. Y la gente está siendo muy respetuosa. Esto ha cambiado la cabeza de todos. Todos los clientes se muestran muy pacientes y comprensivos con la situación. Y muy concienciados con el hecho de que hay que apostar por el comercio local y dejar la pasta en Coruña.