Así se restauran las galerías de la Marina en A Coruña

Elena Silveira
Elena Silveira A CORUÑA

A CORUÑA

El gasto medio por piso es de 15.000 euros y hay que rehabilitar cada cinco años

06 ene 2023 . Actualizado a las 20:40 h.

Son hermosas, delicadas y, a pesar de ello, la mayoría tiene más de un siglo de antigüedad. El conjunto histórico que conforman las galerías de la avenida de la Marina, de Montoto y de la Dársena de A Coruña también causan admiración en todo el mundo porque son un ejemplo arquitectónico de eficiencia energética: en invierno permiten mantener las casas caldeadas, evitando que entre el frío y, en verano, actúan como aislante térmico. Son una belleza, sí. Pero... ¿cuanto cuesta mantenerlas?

Los propietarios de estas viviendas tienen un serio problema con sentimientos enfrentados. Por un parte, están orgullosos de vivir en una de las zonas más emblemáticas de la ciudad, con vistas despejadas al mar y en inmuebles con historia. Pero, por otro, se encogen con solo pensar que cada cinco o seis años tienen que gastar, de media, unos 15.000 euros por planta para mantener las galerías en buen estado de conservación, aunque ese coste puede elevarse hasta los 25.000 euros. Así, trabajos que incluyen desimprimación, lijado, sustitución de piezas deterioradas, sellado y lacado de las galerías rondan los 60.000 euros por edificio.

En este momento hay lonas de obra cubriendo varios edificios. Y Talleres de Pintura Prado es una de las empresas que está trabajando en ellos. Su propietario, César Javier Prado Maceiras, explica que el trabajo con estas galerías «es muy delicado y exigente», para cumplir con las normas que marca el PGOM sobre lo que se puede y no se puede hacer en estos edificios. Prado asegura que las labores son lentas y pueden alargarse durante más de un año ya que, además del trabajo artesanal, hay que esperar por los trámites burocráticos.

Metidos en faena, el empresario explica que el primer paso consiste en decapar la madera, utilizando productos químicos, lija gruesa o decapadores de aire caliente. Una vez que está limpia, virgen, se le aplica un lijado profundo y una mano de imprimación rica en aceite de linaza, que inicialmente le da un aspecto anaranjado, aunque sin minio de plomo, una sustancia tóxica. «Antiguamente, sumergían las maderas durante 15 días en ese aceite, de forma que las hidrataba y hacía que conservara su savia, para que pudieran durar cientos de años. De hecho, cuando se rehabilitó el edificio donde estaba el antiguo Café Coruña, muchas maderas todavía sangraban esa savia», relata.

Pulir para lograr un efecto loto

Después, toca sellar juntas, grietas o cortes con un polímero elástico y pintable, que no se deforme o rompa si la madera se dilata o contrae. «Antes se utilizaba masilla de aceite de linaza, pero es muy cara y se tarda diez veces más en aplicarla», aclara.

Pasado este punto, se lija de nuevo la madera y se aplican tres manos de esmalte sintético con poliuretano (monocomponente) de color blanco. «Y entre cada esmaltado, otro lijado». Javier Prado explica que cuanto más pulida esté la galería, mejor «efecto loto» se conseguirá. Es decir, más resbalará el agua sobre ella y se producirán menos filtraciones.

Sobre la madera de las galerías, los expertos confirman que casi toda las originarias son de madera de pino de tea o de castaño. Cuando hay piezas en mal estado (suele ser entre el 5 y el 10 % de la fachada cada vez que se hace una mejora) se sustituyen por madera de iroko. «Es una madera tropical que da muy buen resultado en el exterior».

Lo mejor, la madera de iroko

Javier García, de Carpintería Cerqueiro (Carral) coincide en que la mayor parte de la madera antigua es tea, abeto, algo de castaño y de cedro, «coníferas en general que eran fáciles de conseguir, no muy caras y con longitudes especiales». Pero la tendencia ahora es recurrir a maderas frondosas, especialmente el iroko, una madera que necesita una imprimación específica previa para que tenga adherencia suficiente. «El iroko, aunque esté expuesto mucho tiempo no se deteriora. Tiene un plus de durabilidad», confirma.

Sobre la mejor época del año para acometer este tipo de obras, los expertos coinciden en que desde abril a principios de junio y, desde finales de agosto hasta mediados de noviembre es cuando mejor se trabaja. «Hay que tener en cuenta que los rayos solares inciden de forma directa sobre las galerías y a las dos de la tarde puede llegar a una temperatura de entre 45 y 50 grados centígrados. Eso hace que el trabajador esté incómodo y, además, se evaporen los disolventes más rápido y la pintura no quede impregnada en la madera de forma correcta», dice Prado.

Aunque con diferentes formas de trabajar, ambos empresarios coinciden en que la humedad y el sol son los peores enemigos de las galerías de la Marina. «Si el proceso de imprimación y acabado no se hace bien, aparecen las filtraciones de agua. Además, el sol hace que surjan grietas y, por ello, es importante utilizar material con mayor flexibilidad, aunque el secado sea más lento», puntualiza Javier García.

Más ayudas para sufragar los enormes gastos

Durante sus años de trabajo, el responsable de Carpintería Cerqueiro ha visto auténticas «aberraciones» en el tratamiento que se les da o se les dio a las galerías de la Marina. «Hay que tener en cuenta que una rehabilitación es muy costosa y muchos de los propietarios son gente mayor, pensionistas, que no pueden hacer un desembolso muy grande para estas obras. Así que optan por soluciones más económicas o un simple pintado pero el problema sigue acrecentándose». Explica que se suele esperar a cuando ya es demasiado tarde.

Las normativas municipales recogen de forma pormenorizada el nivel de protección de cada edificio y las obras permitidas en cada uno. Incluso se señala que la pintura que se aplique debe ser de color blanco mate. Sin embargo, Prado señala que un acabado en brillo permitiría una mejor impermeabilización de los ventanales, consiguiendo prolongar el buen estado de los mismos y sin obligar a los propietarios a desembolsar importantes cantidades de dinero para un mantenimiento que se hace cada cinco o seis años. En este sentido, Javier García indica que antes de acometer un trabajo analiza hasta qué punto es restaurable y las complicaciones que implica. En este sentido, comenta que muchas galerías antiguas se apoya sobre la del piso anterior y hay que apuntalar por dentro. «Las uniones entre pisos son críticas», dice. Y, a veces, compensa realizar una rehabilitación integral. Y otra dificultad añadida es que los propietarios se pongan de acuerdo. «Deberían existir más ayudas para que se invierta en futuro», demanda. Algo en lo que está de cuerdo Prado: «Antes dejaban poner publicidad en las lonas, algo que ayudaba a los propietarios a sufragar los gastos. Pero, ahora, ni eso», dice.