Carme Riera: «Galdós no le dijo la verdad a doña Emilia Pardo Bazán, cuando lo descubrí casi me puse a llorar»
A CORUÑA
La académica de la RAE pronunció este miércoles la conferencia plenaria del congreso internacional dedicado a la escritora gallega; en A Coruña avanzó su «triste descubrimiento»
14 feb 2023 . Actualizado a las 14:57 h.Se presenta como «devota admiradora» de Emilia Pardo Bazán, «no soy una especialista en su obra», se justifica la académica Carme Riera Guilera (Palma de Mallorca, 1948). Ocupante del sillón n de la Real Academia Española (RAE) desde el 2012, la escritora pronunció este miércoles la conferencia plenaria del congreso internacional dedicado a la autora de La Quimera con motivo del centenario de su muerte. El tema que abordó, y sobre el que adelantó en el Paraninfo de la Universidade da Coruña va a seguir estudiando, no podía ser otro que el ingreso de las mujeres en la RAE. Una investigación de la que ha extraído datos nuevos respecto a doña Emilia y que ya la ha llevado a un «triste descubrimiento». En A Coruña, Riera hizo una segunda confesión: «Si me pierdo alguna vez, búsquenme en Galicia».
-¿Era la Academia una institución misógina?
-La sociedad española de 1912 era misógina y la Academia estaba dentro de ella. Hay que tener en cuenta que hasta después de 1931, gracias a Clara Campoamor, las mujeres no conseguimos votar.
-¿Llegó a tener posibilidades?
-Ella pensó que sí, pero Emilia calibró mal sus posibilidades. Si no vas a la Academia de manera regular, no tienes voto. Tampoco lo tienes si no has hecho el discurso. Ella pasó por alto eso, que algunas de las personas que más la iban a avalar no podían votarla. Pero hay algo que quiero destacar. Aunque las actas de 1912 son muy sucintas y aparecen pocas referencias, sí se dice que hubo un debate y eso es muy importante porque casi siempre se dijo que no entró por unanimidad. Ella tuvo sus apoyos, aunque fueron pequeños.
-¿Qué pesó más en la negativa? ¿Su condición de mujer o de mujer segura de sí misma?
-Las dos cosas. Doña Emilia estaba muy segura de sí misma en muchos aspectos, era una grandísima escritora, basta ver la instancia que presenta con la enorme cantidad de obras que ha escrito y con lo que supone su personaje, incluso internacionalmente. Eso creo que no gustaba. Se tenía un poco la idea de que las mujeres debían ser humildes, no podían ser ni «sabiondas» ni sabias. Tenían que ser de otra forma, muchísimo más discretas. Y doña Emilia desde luego no era humilde ni discreta.
-¿El no de la RAE fue el golpe más duro en su carrera?
-Lo encajó muy mal y, al contrario de lo que se dice, solo la rechazaron una vez, no tres, porque doña Emilia solo pidió el ingreso formalmente en 1912 (no hay actas de otra petición, aclara Carme Riera, aunque sí fue sugerida con anterioridad por otros literatos). Ella no se estaba quieta, intentó buscar a gente que la apoyara, puso toda la carne en el asador, pero estuvo mal aconsejada. En las cartas a Galdós le dice que ni a Santa Teresa la hubieran dejado entrar, que las puertas de la Academia «están untadas por los políticos». Lo que pasa es que tenía sentido del humor y dijo que iba a ser la «aspirante perpetua». Era muy inteligente también en ese sentido.
-¿Cuándo permitió la RAE el ingreso de las mujeres?
-En realidad, los estatutos de la RAE no dicen que no pueden entrar las mujeres. Se habla en masculino, pero yo entiendo que es un genérico. Lo que pasa es que con Pardo Bazán los académicos se agarraron al acuerdo al que llegaron cuando pidió la entrada Gertrudis Gómez de Avellaneda en 1853. A partir de ahí esgrimen ese discurso misógino. De hecho, sí hubo una mujer en la RAE antes de 1912. Fue María Isidra de Guzmán y de la Cerda, en el siglo XVIII, aunque ella fue académica honoraria, no tenía derecho a voto. Hubo que esperar a 1978, 66 años después de que lo solicitara Pardo Bazán, a tener la primera académica de número, Carmen Conde, que ingresó un año más tarde de su elección, en 1979.
-¿Solo pensaba en ella o fue una reivindicación de género?
-Creo que fue su caballo de batalla, pero en el sentido de que lo llega a considerar una cuestión nacional. Exagera, por supuesto, pero sí es una cuestión importante. La negativa a Pardo Bazán lo es a todas las mujeres intelectuales, a todas aquellas que se lo merecen. Ese es el quid de la cuestión. Batalla por todas.
-¿Sabe de alguna traición entre sus colegas académicos que la pudiese herir en particular?
-Benito Pérez Galdós no tenía voto y no se lo dijo. El día en el que se votó su ingreso, Galdós no estuvo en la discusión. Me sorprendió mucho cuando vi las actas. Él no la advirtió y ella en cambio le da las gracias porque públicamente Galdós había defendido que merecía estar en la Academia. De saberlo, doña Emilia no lo hubiera hecho. Cuando lo descubrí casi me puse a llorar. Creo que Emilia nunca lo supo.
-Esto es nuevo. Galdós fue su amigo, amante, confidente...
-Sí, este fue mi triste descubrimiento. La diferencia entre ellos y nosotras, creo yo, es que solemos ser más leales.
-¿Cuántas mujeres son hoy?
-Somos ocho de 46 sillones. Es un número muy escaso, pero van a entrar más, estoy absolutamente convencida y no precisamente por necesidad genérica, sino por merecimientos.
-¿Con qué se queda hoy de Pardo Bazán?
-Me sorprende como buena escritora y me sorprende por su feminismo, revolucionario para su época. Eso que dicen a veces algunos de «¿conservadora y feminista?», no está reñido una cosa con la otra. Era una persona que sabía de sus capacidades intelectuales y de lo trabajadora que era. Y hay un aspecto, ya que usted me pregunta, a subrayar. Fue una mujer que siempre pidió que le pagasen por lo que hacía, que le pagasen bien por sus artículos y novelas. Tenía muy claro los derechos de autor y a mí, que soy vicepresidenta de Cedro (asociación de autores y editores), me parece extraordinario. Quería vivir del producto de su trabajo.