El castro de Elviña, en A Coruña, en busca de nuevos usos

m. carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Una intervención a escala transformará el yacimiento en un monumento en el paisaje de la ciudad, visible desde varios puntos. Opinión: «Elviña, pasado e presente dos ártabros»

26 dic 2021 . Actualizado a las 21:17 h.

No hace veinte años que el primer yacimiento arqueológico de A Coruña perdió a los últimos pobladores que lo mantuvieron con vida. Mujeres de Castro de Elviña, Feáns y Mesoiro aún trabajaban, entrado el siglo XXI, las tierras donde en el II antes de Cristo, unos metros por debajo, sus antepasadas castreñas fabricaban potas de cerámica —las oleiras eran ellas, según se cree— para surtir de utensilios a la comunidad, conectada con el Mediterráneo a través del comercio marítimo.

Después el castro se ensimismó. Cesaron los sachos y volvieron los paletines de los arqueólogos con financiación y vigor inéditos, se elaboró un plan director, empezaron las expropiaciones (aún colean), en la agenda política entró la idea de un gran parque arqueológico de 600.000 metros cuadrados (cuatro veces el castro) para explicar Elviña a 200.000 visitantes, el alcalde Vázquez convocó un concurso para la Casa de la Historia que concitó a grandes firmas de la arquitectura europea y ganó Gallego Jorreto, por donde subían las mujeres con los sachos al hombro se proyectó la tercera ronda, y planes que solo los tiempos de vacas gordas podían sostener fueron apropiándose de las expectativas. El castro, cerrado sobre sí mismo y sin otra función que servir de campo de batalla a los arqueólogos, que indagaron como nunca, sobre todo en la parte suroeste, empezó a desvelar una monumentalidad y complejidad urbanística desconocidas, con trazas de protociudad.

«Intentamos recuperar el yacimiento, conectarlo con la sociedad y que vuelva a ser un espacio de referencia. Esperamos que el valor lo aporte la gente, no nosotros», explica el arqueólogo municipal, Marco Rivas Nodar, embarcado en media docena de proyectos con capacidad para dar una sacudida a la relación de Elviña con la ciudad.

Tres perfiles monumentales visibles desde Feáns y Mesoiro, la aldea de Castro y Xuxán, al otro lado de Alfonso Molina, y desde el interior, al pie de la espectacular entrada suroeste, fijarán el castro en la retina. Se talarán eucaliptos que actúan de barrera visual y se interponen en la contemplación, y se abrirán nuevas zonas de excavaciones. «Lo primero que se tiene que ver es el castro. Si nos negamos a intervenir en él acabará convertido en una excavación arqueológica cuando lo que debe ser es un monumento en el paisaje. Tenemos que verlo como un monumento y tratarlo a su escala, que es grande, para hacer de él un referente urbano», señala Rivas.

El espacio de protección ronda las 12 hectáreas y solo el 6 % está excavado. El suelo municipal asciende a 30 hectáreas. «El entorno es fundamental para que sea un lugar conspicuo, para que tenga oxígeno y pueda destacar», cuenta el arqueólogo, que va más allá y sugiere «una reflexión sobre qué espacio queremos ordenar antes de pensar en ordenarlo», teniendo en cuenta, por ejemplo, los cauces fluviales de Feáns y Mesoiro, que «en buena medida dan sentido al hecho de que el castro se haya ubicado ahí».

Con 2.500 años detrás, la historia de Elviña se teje despacio. «Nosotros no podemos trabajar a medio y largo plazo. Eso tiene que decidirlo alguien. Ahora vamos a resolver problemas con criterios sostenibles y reversibles para no afectar a la musealización o el ordenamiento futuro del espacio», dice.

Así será el edificio de apoyo a la actividad arqueológica que Patrimonio ya tiene en su mesa y, una vez autorizado, se instalará en la falda sureste del castro: 180 metros cuadrados, cimentaciones de 40 centímetros, almacén, baño, una sala de 50 metros para explicar el castro a las visitas que cada fin de semana suben a Elviña, quizá algún vehículo eléctrico para personas con discapacidad (el proyecto para mejorar la accesibilidad de los caminos también está en marcha).

Castro de Elviña, de quen vés sendo?, preguntó en su tesis el investigador Samuel Nión, a propósito de los períodos de ocupación. Trasladada a la actualidad, la respuesta apunta a la ciudad. «En verano tuvimos teatro en el castro, de noche, una obra clásica, vinieron los vecinos, fue algo mágico. Esos son los usos que le dan valor, los que lo socializan».

Un parque que se aplaza, nueva valla y razones para el retorno

Hubo en Elviña la promesa de un parque público abierto a los vecinos sin vallas ni horarios. Podrían caminar libremente por la croa entre ruinas de 2.000 años, dando significados nuevos a un lugar que fue capital del pueblo ártabro desde un promontorio que domina el Atlántico de forma inapelable. Pero de momento no puede ser. «Aunque es la solución ideal, el trabajo de estos años nos ha dado un conocimiento de los riesgos que antes no teníamos. Por un lado, está la fauna salvaje, y por otro, vemos que esta zona es muy usada para hacer deporte y existe el peligro de que los caminos lleven a las bicis y las motos hasta la propia croa», advierte el arqueólogo municipal, Marco Rivas Nodar.

Una valla transparente suspendida sobre zapatas para que la afección al subsuelo sea nula, más estética que la actual y menos impactante en el paisaje, marcará el perímetro en los próximos meses. La actuación delimitará la zona de protección para que «la gente sepa hasta dónde llega, que también es importante», anota el técnico, y podrá revertirse si se consolida un uso adecuado del yacimiento que permita abrirlo al menos de forma parcial. Saben que la valla, por preventiva y provisional que sea, no hace más que alimentar el desarraigo social del castro.

La actividad continuará con visitas dominicales y el trabajo de los arqueólogos y de los alumnos del máster de Arqueoloxía que comparten las tres universidades gallegas y cada mes de mayo desembarcan en esta colina privilegiada para hacer sus prácticas de excavación. «El trabajo también es de ellos. Que estén aquí es una manera de socializar el castro, y de crear esa capacidad de retorno que permita a los estudiantes del 2013 o del 2014 volver y ver cómo el castro ha cambiado radicalmente», sugiere Rivas Nodar.

Pocos yacimientos en España cuentan con un contrato de mantenimiento plurianual. Desde hace unas semanas, Elviña es uno de ellos. Con ese apoyo, a corto plazo se mejorarán los caminos para garantizar que visitantes con problemas de movilidad completen la hora y media que dura el recorrido.

El objetivo último, recalca Marco Rivas, es crear vínculos. «Que todo el mundo sepa que en A Coruña tenemos tres grandes yacimientos, muy importantes para la historia europea, Elviña, la Torre y San Francisco. No somos conocedores de la importancia de la protohistoria y la historia medieval de Galicia. Que se sientan vinculados a esos espacios. Esa sería la situación ideal y en esa línea trabajamos».