Mercedes, la señora «elegante y educadísima» que quiso vivir en la calle, ingresa en una residencia en A Coruña
A CORUÑA
Dejó su último refugio en Pérez Cepeda acompañada por trabajadoras sociales, Policía Local y personal sanitario del 061
29 sep 2022 . Actualizado a las 18:55 h.Cinco años después de acampar en el jardín de las Esclavas de A Coruña y alertar por primera vez a los servicios sociales, que la acompañaron durante este tiempo, Mercedes fue desalojada este miércoles del exiguo umbral del bajo de Pérez Cepeda donde vivía desde antes de la pandemia. Un juez culminó el trabajo minucioso que llevaron a cabo los servicios sociales y hace pocos días ordenó el ingreso en una residencia de esta mujer «elegante y educadísima», recuerda un vecino, a la que una enfermedad mental llevó a vivir en la calle. «Tengo quien me cuide y no necesito ayuda», respondió en octubre del 2017 desde su tenderete de plásticos y paraguas al borde de la playa de Riazor. El mismo mensaje mantuvo en el que fue su último refugio.
«Le dejaban los cafés pagos. Ella venía, preguntaba si tenía alguno, se ponía en la esquina de la barra (cuando estaba ocupada, esperaba fuera) y lo tomaba tranquila y callada. Jamás me pidió ir al baño, jamás molestó ni se metió con nadie ni creó problemas. No le gustaba hablar. Algunas familias del barrio le llevaban comida caliente a diario y yo le daba churros, una tapa de tortilla o un cruasán. Una señora inteligente, tenía una letra hermosa, quién me diera leer lo que escribía. Siempre estaba escribiendo», señala Germán Calvo, propietario del café El Escorial, donde Mercedes tomaba su café y compraba sus cigarrillos.
Pocos minutos antes de la una de la tarde de este miércoles, una ambulancia del 061 aparcada delante de su recoveco alertó a los vecinos del barrio, acostumbrados muchos a su presencia y otros incómodos por el mal olor que quedaba en el rincón que utilizaba como cuarto de baño.
Acompañada de personal sanitario, trabajadoras sociales, agentes de Policía Local y un representante del juzgado, Mercedes salió de la trinchera improvisada en la que pasó los últimos tres años. Limpia, educada, discreta y muy reservada, la mujer se fue con las señales de quien estuvo cinco años a la intemperie. «Lógicamente está más deteriorada que cuando llegó. Físicamente pero también de cabeza, cualquiera acabaría igual, hablando solo o lleno de tics», apuntó a pocos metros un trabajador.