¿Se imagina usted tener sus primeros escarceos amorosos pululando en vídeos por ahí sin su control?
09 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Todos los barrios tienen un rincón para los besos furtivos de adolescentes. Un callejón apartado. Un patio interior. Un recodo de un parque oculto entre los árboles. Sitios en los que se busca una semintimidad. Para no ser vistos. O ser vistos por la menor cantidad de gente posible, especialmente la conocida. En las galerías que van de la calle Costa Rica a Sinfónica de Galicia (las de al lado de Chaston) hay dos niveles. El subterráneo —escasamente transitado— se presta a ello. Muchas veces hay allí grupos de jóvenes en sus escaleras, con esa sensación de ser impunes e invisibles.
El pasado viernes me llamó la atención una pareja de unos 14 o 15 años, abrazada y entregada al frenesí de su amor juvenil. Posiblemente, se trataba de sus primeros besos, apartados del bullicio del parque y de las miradas. Pronto algo perturbó la escena. Un grupo de chicos agazapados en la acera y riéndose grababa todo con un móvil. En su rostro se podía leer claramente la envidia. También, la malévola mueca del futuro escarnio. Porque más allá de vacilar a estos pequeños Romeo y Julieta, tenían un vídeo con múltiples posibilidades. Un material susceptible de difundirse, manipularse y aparecer en el momento más inoportuno. Siempre para lo peor, claro. Como si del Gran Hermano se tratase, para juzgar y apalear a un concursante, pero aplicado a una vida real en la que estos chicos ni siquiera tienen el derecho a crecer en paz y equivocarse. Si lo hacen, siempre aparecerá por ahí un vídeo para explotar. En tiempo real o con efecto retardado. ¿Se imagina usted tener sus primeros escarceos amorosos pululando en vídeos por ahí sin su control? ¿Y todo lo que vino después? Pues ese es el claustrofóbico futuro que tendrán estos chavales.