El «sonido Conlon»

Hugo Álvarez Domínguez

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

El concierto de James Conlon con la Sinfónica de Galicia retrotrajo a los viejos tiempos

16 nov 2024 . Actualizado a las 20:23 h.

Estupendo concierto de James Conlon con la Sinfónica de Galicia que retrotrajo a los viejos tiempos, cuando este nivel de batutas era más frecuente y los programas se alejaban del repertorio trillado para proponer música menos popular; pero no por ello menor. La OSG se crece ante retos así y necesita batutas motivadoras que vean todo su potencial (más del que algunos maestros logran). Conlon lo sabe y elevó los estándares de calidad.

De nuevo suite sinfónica de una ópera, ahora Pelléas et Mélisande, de Debussy. Escueta, pero con entidad, permite paladear el entramado orquestal; aunque la ausencia de línea vocal resulte limitante. La versión pausada de Conlon permitió admirar la capacidad de empaste de una orquesta entregada (qué empuje de la cuerda grave y las maderas, espléndidos oboe y fagot, o qué conmovedor final entre vientos, maderas y arpa) a una visión en la que el americano diferenció planos y cuidó balances con equilibrio casi camerístico. Lástima no apostar por la versión íntegra si la OSG está preparada y tenían la batuta indicada.

Escuchamos La sirenita, de Zemlinsky, en 2018; pero la versión de Conlon merece volver sobre una obra hermosa, de fuerza expresiva y calado posromántico, con poco que envidiar a poemas sinfónicos más famosos. Con sonido grande y tempi lentos, el maestro construyó una lectura equilibrada, de gran temperatura dramática y rica en contrastes. Cuerda penetrante durante toda la obra, o impecables llamadas del metal en el primer tiempo. Se lució la concertino invitada, Olatz Ruiz de Gordejuela, de hermosa sonoridad. En los tutti se vio la conexión de secciones y el final fue ejemplo de dirección puntillosa y de lo que podríamos llamar el «sonido Conlon»: demostró hasta dónde puede llegar la OSG por sonido, empaste y redondez al servicio de una versión sobresaliente. Mereció mayor ovación.

Volvieron por un día los mejores tiempos de la OSG (quizá lejos, pero en la memoria): programa estimulante con batuta de primera que sabe sacar jugo a la orquesta. ¡Y cómo lo hizo James Conlon!