Cuatro familias desesperadas buscan respuesta a la ausencia (alguna supera los 25 años) de sus seres queridos
06 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Viven con el tormento de no saber nada de sus seres queridos desde hace años. Sus hijos, padres, hermanos o sobrinos salieron un día de casa y jamás regresaron. Sin tener por qué. Sin enemigos. Sin una pista que seguir. Sin respuestas. Sin nada. Solo con sus fotografías, que enseñan siempre con la esperanza de que alguien dé razón de sus familiares. El tiempo transforma el dolor, pero no lo cura.
Son las familias de Fernando Cuadrado Conejo, desaparecido en A Coruña el 29 de diciembre de 1990; María Clemencia Ponte, una vecina de Oza de la que nada se sabe desde el 14 de agosto de 1991; Rogelio Núñez, que falta de su casa de Bergondo desde el 11 de enero de 1999; y José Manuel Mañana, buscado por sus familiares de Arteixo desde el 2 de diciembre del 2013.
Cuadrado Conejo
El médico Fernando Cuadrado Conejo (Valladolid, 1941) desapareció sin dejar rastro alguno. Este hombre casado, padre de tres hijos pequeños -el mayor, de 5 años- y que entonces era el jefe de Rehabilitación del Chuac salió de su casa la tarde del 29 de diciembre de 1990 para hacer una pequeña compra y nunca más se supo de él.
La policía movió cielo y tierra en busca de una respuesta que jamás llegó. Nada invitaba a pensar que se había ido voluntariamente. Tampoco se halló pista alguna que hiciera sospechar en un suicidio o en un accidente. Se llegó a barajar la posibilidad de un secuestro, pues los Grapo andaban en aquella época muy activos, pero nada de nada. En Almirante Cadarso todavía tienen aquella desgracia en el recuerdo. La víspera había trabajado intensamente con sus compañeros del Chuac preparando nuevos proyectos para el año que iba a empezar. «Se le veía como siempre, cordial y dispuesto a ayudar», recuerda uno de aquellos colegas. Además, no cabe en cabeza humana pensar que alguien que quiera desaparecer se deje las gafas en casa y la documentación, y salga de casa con 2.000 pesetas (12 euros). Pero así fue.
Lo que sí se sabe es que aquella noche el doctor Cuadrado y su esposa iban a recibir la visita de unos amigos, con los que iban a cenar en casa. Su esposa le pidió que fuera al supermercado para comprar una lengua que tenía pensado cocinar. Y allá se fue. A las ocho de la tarde salió de casa. Se sabe que hizo la compra y que incluso regresó con ella al portal, donde fue visto por dos vecinos, hoy fallecidos, a los que saludó. Y ahí se pierde toda pista de este médico. Su familia solicitó la declaración de fallecimiento.
José Manuel Mañana
Mucha más reciente es la desaparición de José Manuel Mañana, conocido por todos como Fabeiro. El próximo 2 de diciembre se cumplirán tres años de su falta. Este vecino de Arteixo salió de casa sin dejar más rastro que el de haberse presentado en el Chuac horas después de su desaparición. Tanto su exmujer como sus hijos viven desde entonces en una incertidumbre constante. Su esposa, Rosa, siempre sospechó de algo malo: «Estamos seguros de que alguien le tuvo que hacer algo porque no se explica, igual que alguien tuvo que llevarlo al Canalejo». Cada vez que oye en las noticias que se ha hallado un cuerpo sin vida piensa en su expareja: «Pensamos que ojalá que sea él porque ya nos ponemos en lo peor. Siempre te queda un poco de esperanza porque al cien por cien nunca estás segura», sostuvo esta vecina de Arteixo desde el primer día que falta José Manuel.
Hace un año, su hija Noelia explicaba que toda la familia necesita respuestas. Saber qué es lo que le ha podido pasar a su padre porque están viviendo «un auténtico calvario».
La última persona que habló con José Manuel fue Rosa. Acababa de llegar a casa de un entierro: «Pensé que había ido a pasear, pero cuando llegué, vi que la televisión y las luces estaban encendidas. Entonces lo llamé por teléfono, me dijo que iba a tomar algo y que ya volvía para casa», esa fue la última conversación que Fabeiro mantuvo con uno de los suyos.
La pista de Mañana se perdió en el hospital de A Coruña (Chuac). Entonces pensaron que se pudo haber encontrado mal a la salida del centro médico y que podía haber buscado algún refugio cercano: «Pero no se supo nada más de él a pesar de que lo buscamos por todas partes», confiesa una mujer que reconoce que toda la familia necesita respuestas.
Declaración de fallecimiento
A esa incertidumbre que carcome a las familias de los desaparecidos se unen los problemas administrativos con los que se topan. Pues su hijos o su esposa se hallan muchas veces sin acceso a una pensión. Incluso para vender alguna propiedad se encuentran con que no pueden, por estar a nombre del desaparecido. Solo con los años pueden solicitar la declaración de fallecimiento. Pero han de esperar. La ley dice que tienen que transcurrir diez años desde las últimas noticias del desaparecido o, a falta de estas, desde que se produce su desaparición. O bien cinco años de ausencia si el desaparecido hubiese cumplido ya los 75 años de edad.
«Hubo alguien que impidió a mi hermano regresar a casa aquel día»
Una desaparición que causó gran consternación en su tiempo fue la del jardinero de Bergondo Rogelio Núñez. Salió de su casa el 11 de enero de 1999 y no regresó. Su falta, a día de hoy, sigue siendo un misterio. Nadie pensó entonces, ni ahora, que fuese una ausencia voluntaria. Su esposa, como su hermana y allegados, se dejaron media vida intentando encontrar una respuesta. Como la Guardia Civil, que durante años investigó el caso sin poder cerrarlo. Se llegó incluso a detener al que era su socio en la empresa de jardinería que tenían en Bergondo. Ese hombre sería condenado años después a dos años de prisión por falsificar la firma de su socio, cuando ya nada se sabía de él, para poner un vehículo a su nombre. También se llegó a utilizar un georradar en los montes en los que se sospechaba que podría haber sido enterrado. Pero a nada se llegó. La falta de Rogelio sigue siendo un enigma.
Hasta hace muy poco, aún se podían ver en multitud de espacios de la comarca coruñesa carteles con la foto de Rogelio y un teléfono al que llamar para dar cualquier información. Su familia lleva muchísimos años asumiendo que alguien le hizo algo, y que lo único que podrían encontrar sería su cuerpo. Porque no había ni una sola causa o pista que invitara a pensar que se fuera de manera voluntaria. Según se pudo saber por la familia, Rogelio pensaba vender su parte de la empresa y la tarde del 11 de enero de 1999 salió con su socio a visitar a un cliente, y nadie ha vuelto a verlo. «A mi hermano, alguien le impidió volver a su casa», aseguraba entonces su hermana.
«Si encontramos a Roge va a ser para llevarle flores, y eso es lo que queremos». Era la confesión de «una certeza» realizada en su día por Mercedes Núñez, la hermana del jardinero. La mujer de este, María del Carmen, decía así: «Si Roge estuviese vivo se habría comunicado con alguien de la familia; no era un desalmado».
María Clemencia Ponte
Una costurera de Oza dos Ríos desapareció el 14 de agosto de 1991. Aquella mañana, la joven, embarazada de un mes, cogió el bus para ir a Betanzos y sacar dinero del banco. Primero ingresó un cheque que había recibido por un trabajo para Inditex. Luego sacó casi 6.000 euros. Lo hizo de la mano de su novio. Un mes después de su desaparición se encontró su bolso en un terreno junto a la carretera N-VI, con sus objetos personales y el DNI dentro. Y nada más se supo de ella. Su pareja fue interrogada y puesta en libertad.