
La hostelería recupera fuelle en la zona con más tirón
10 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Para quien no las conozca, As Calexas son las calles más conocidas para ir de vinos y tapas en Betanzos. Arrancan en los soportales de la plaza García Naveira y han casi perdido el nombre propio por una denominación agrupada que les confiere una singularidad especial. Tras la pandemia, han recuperado fuelle en las horas puntas del mediodía y la tarde aunque es una zona donde, ya antes de que se estableciera que la mascarilla es obligatoria, lo sería en prácticamente todas las situaciones. Los dos metros de media que tienen de ancho cada una, aunque no son uniformes en toda su extensión, ya hacía necesaria esa protección para mantener la distancia de seguridad.
La Travesía do Progreso y la Venela do Campo, estrechas y con una ligera pendiente, han perdido con la nueva normalidad los barriles que anunciaban la diferenciación de los negocios y suponían un complemento exterior a las barras. Han renunciado a ellos los hosteleros con el fin de ganar espacio y permitir la circulación todo lo holgada que se pueda entre los locales, algunos míticos en la competición por la mejor tortilla o en ofrecer los mejores vinos de Betanzos.

O Curruncho, el bar de copas de la zona, cerrado por falta de aforo
As Calexas contaba con un único bar de copas entre su oferta: O Curruncho, que permanece cerrado sin fecha aún para la reapertura. «Cumprindo as distancias entrarían tres ou catro persoas», reconoce Manuel Cupeiro, Cupe, sobre un local de escasos metros, que tenía a su clientela principalmente en el exterior. «É imposible xestionar a xente de fóra», considera, que reconoce la singularidad de su establecimiento para la zona. «Nos bares de viños hai máis rotación, os grupos de clientes son máis pequenos, pero nun bar de copas con xente de 18 e 20 anos, baixan cuadrillas de dez persoas, e tres cuadrillas xúntanse en nada», reconoce. La opción de cambiar de lugar, que le recomiendan, no le seduce. «É o bar onde eu empecei a saír, ten unha parte de negocio e outra parte sentimental», dice este hostelero de 37 años, que comenzó a trabajar en O Curruncho en el 2009 y tomó el relevo de unos amigos al frente del local en el 2012.
El propietario del local entiende la situación y le ha perdonado el alquiler desde el estado de alarma, lo que supone una ayuda. Mientras, continúa con su otro trabajo, el de procurador, hasta que la nueva normalidad se parezca a la anterior.